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 El arte de perdonar 4 (bis)

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m_elissah

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El arte de perdonar 4 (bis) Empty
MensajeTema: El arte de perdonar 4 (bis)   El arte de perdonar 4 (bis) EmptyJue Jun 28, 2007 5:09 pm

[color:2d6d=darkblue:2d6d]El mandato evangélico de perdonar "setenta veces siete" se refiere al caso de que el ofensor venga setenta veces siete a pedir perdón. En la cita de Mateo no aparece claro este punto, pero sí en el paralelo de Lucas: "Si tu hermano peca, repréndele, y si se arrepiente, perdónale, y si peca contra ti siete veces al día y siete veces vuelve diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás" (Lc 17,3-4).


Las diferencias con el texto de Mateo son manifiestas. Lucas no habla de setenta veces siete, sino meramente de "siete veces", pero en cambio añade "al día", que es otra manera de encarecer lo repetido de la ofensa. Pero, sobre todo, el dato principal que aporta Lucas es que presupone el arrepentimiento y la petición de perdón del ofensor que vuelve diciendo "me arrepiento". Perdonar no significa de ningún modo disimular la ofensa que se nos ha causado, o contribuir a reforzar la mala conciencia del ofensor con nuestro silencio. El texto de Lucas no da pie para esas "mujeres víctimas" que toleran en silencio toda clase de vejaciones por parte de sus maridos sin un reproche. Lucas nos dice que tenemos que "reprochar", "corregir" al hermano que peca contra nosotros y no se arrepiente. Es sólo si se arrepiente, cuando entra en juego nuestra obligación de perdonar siete veces.

Pero ¿cómo evitar el proceso semiconsciente mediante el cual el pecado se va instalando en nuestro ser? Precisamente denunciándolo cada vez que se produce. La reconciliación hay que vivirla día a día.
En la vida comunitaria y en la vida familiar es normal que se produzcan continuamente tensiones y roces. Esto no debería preocuparnos en absoluto, pues no es síntoma de ninguna enfermedad grave. En un cuerpo vivo se producen continuamente sustancias tóxicas que van a la sangre y se filtran a través del riñón. El aparato excretos precisamente tiene esta función: purificar el cuerpo de todas las sustancias tóxicas y expulsarlas fuera del cuerpo mediante la orina.
Cuando el riñón funciona bien, no debe preocupar esas sustancias que se producen normalmente. El problema empieza cuando el riñón no funciona correctamente. Entonces se van acumulando los sedimentos de dichas sustancias en la sangre y el nivel tóxico sube hasta extremos alarmantes. Entonces comienza el peligro de muerte. La persona llega a morir envenenada si no se recurre a un trasplante o a la diálisis.

Si la comunidad es un cuerpo vivo, puede suceder en ella el mismo fenómeno. Cuando no funciona el mecanismo de la reconciliación continua, se van acumulando sedimentos de amargura y resentimiento hasta alcanzar niveles altamente tóxicos. ¡Tantas comunidades han muerto envenenadas!
La recomendación bíblica es clara: "Si os airáis, no pequéis; que no se ponga el sol sobre vuestra ira" (Ef 4,26-27). Cada noche al acostarnos debemos tener esta práctica tan higiénica de eliminar todos los sedimentos de ira que se hayan acumulado durante el día, de manera que no se vayan almacenando los de un día para otro.

Es costumbre en algunas comunidades religiosas el practicar cada noche la reconciliación con los hermanos por los roces y disgustos que hayan podido tener lugar durante el día. Esto se hace en el contexto de la oración de la noche, y puede suceder bien de palabra, o bien pasando una notita por escrito al hermano a quien se ha ofendido.

La madre Basilea Schlink es una religiosa alemana que ha fundado la Hermandad de María, un monasterio cuyo carisma es vivir la reconciliación continua y no tolerar la presencia habitual de piques o enfrentamientos entre las hermanas. Es tanta la fe que tienen en el valor de la reconciliación fraterna, que cada vez que tienen algún problema en el monasterio lo primero que hacen es examinar a ver si hay dos hermanas en ese momento. La propia madre Basilea cuenta en sus libros que alguna vez, después de la reconciliación de dos hermanas, han vuelto a funcionar aparatos electrodomésticos que estaban averiados. Ya no se trata sólo de interrelación psicosomática en que las tensiones tengan un reflejo en el cuerpo humano, sino que este influjo se extiende aun hasta el entorno material del hombre. Por eso la reconciliación no sólo extiende su influjo benéfico a la salud corporal, sino aun al mundo material que rodea la vida del hombre, esa creación "sometida a la vanidad que gime hasta el presente y quiere ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rom 8,20-22).

En la regla de vida de Canaán, el monasterio de la madre Basilea, se dice: "¡Reconcíliate! No estés nunca enemistado con ninguna persona. Ve a aquella persona contar la cual tienes algo en tu corazón, o ella contra ti, y deja que venga el amor. ¡Aquí empieza el reino de los cielos!".
Reconcíliate por la noche, "al ponerse el sol", es importante. Si nos dormimos "sobre nuestra ira", damos lugar a que la ira se apodere de nuestro sueño y se vaya filtrando en las zonas del subconsciente, transformando en símbolos permanentes las palabras negativas de la jornada. "Durante el día son muchas las cosas que nos entretienen y distraen, pero por la noche, cuando estás solo y empiezas a dar vueltas a tu cabeza, se encrespan las olas y se hace mayor la tempestad de la ira. Para evitar eso quiere san Pablo que lleguemos reconciliados a la noche, para que nuestro descanso no le dé al diablo ocasión alguna para encender el horno de la ira y hacerla más vehemente" .

Más que en ninguna ocasión vale aquí el principio de atajar el principio del mal. Doroteo de Gaza tiene una preciosa página explicando el proceso devastador del rencor cuando no se desactiva desde el principio: "Uno enciende un fuego, no es más que un pequeño carbón encendido. Esto representa la palabra del hermano que te ofende… Si la aguantas, apagas el carbón. Si por el contrario te detienes pensando: ¿Por qué me ha dicho eso?, como el que aviva el fuego, estás echando en él ramitas o lo que sea y produces humo, que es lo que te turba. Porque la turbación no es más que la afluencia de pensamientos que excitan y exaltan el corazón. Ésta es la exaltación que empuja a vengarse del ofensor… Si al principio de la turbación, desde que aparecen el humo y las chispas, se adelanta uno y se acusa a sí mismo, antes de que salte la llama de la irritación, se mantiene la paz. Pero si, una vez provocada la irritación, no se la calma, sino que se insiste en la turbación y en la exaltación, es lo mismo que echar leña al fuego y mantenerlo vivo hasta que se convierta en brasas>".

Este es uno de los sentidos que tiene el dicho evangélico: "Ponte en seguida a buenas con tu adversario mientras vas con él de camino, no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y se te meta en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta haber pagado el último céntimo" Mt 5,25-26).

Ponte a buenas con tu adversario antes que la situación se vaya deteriorando y se te vaya de la mano, y lleguéis los dos a un punto en el que sea muy difícil el retorno. Es la figura de la cárcel, un lugar, una situación de la que ya es muy difícil escapar.

Una vez creadas, las dinámicas negativas avanzan inexorablemente. Se produce un círculo vicioso de acción y reacción cada vez más desmesurada. Cada uno de los dos empezamos a sacar de nosotros lo peor que tenemos. Reconocemos que nosotros también nosotros nos estamos portando mal, que no hemos respondido como debiéramos, pero nos refugiamos en el pensamiento de que el otro empezó primero. ¡Vano consuelo! En las ofensas no debe interesarnos tanto quién ofendió primero, sino quién es el primero que está dispuesto a dar el primer paso hacia la reconciliación.

J. Manuel Martín-Moreno, SJ
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