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 El arte de perdonar 3 (bis)

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m_elissah

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El arte de perdonar 3 (bis) Empty
MensajeTema: El arte de perdonar 3 (bis)   El arte de perdonar 3 (bis) EmptyVie Jun 22, 2007 4:55 pm

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study

................ [color:0e4d=darkblue:0e4d]Me admira la increíble capacidad de autoengaño que tenemos para encubrir nuestros pecados, la ligereza de nuestras acusaciones, la sutileza de nuestras excusas: la penetración para encontrar atenuantes a nuestras malas acciones y agravantes a las acciones de los demás. ¡Qué buenos abogados defensores para nosotros mismos y qué buenos fiscales para los demás! ¡Qué miopía para ver la viga en el ojo propio y qué agudeza visual para percibir la brizna en el ojo ajeno! "¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu ojo? O ¿cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano" (Mt. 7,3-5).

El publicano de la parábola tenía una conciencia tan viva de su propia miseria, que no tenía tiempo para juzgar o condenar al fariseo. En cambio, la ligereza con que éste absolvía en su examen de conciencia ("No soy como los demás hombres"), le dejaba mucho tiempo para ponerse a juzgar y a condenar al publicano de la última fila (cf Lc 18,9-13).

Convertirnos es reconocer que "sí soy como los demás hombres". En mí se recapitulan todas las malas pasiones de los hombres. Descubro en mí las mismas semillas de pecado que hay en los demás: la misma violencia, la misma ambición, el mismo desprecio de los débiles, la misma tendencia a convertir la sexualidad en un goce egoísta, la misma indiferencia hacia el dolor del prójimo, la misma envidia hacia los que triunfan, la misma manipulación de los sentimientos ajenos, la misma posesividad, la misma absolutización de mis caprichos, las mismas tramas para salirme con la mía, la misma dependencia respecto a mis estados de ánimo… "No tienes excusa quienquiera que seas tú que juzgas, pues juzgando a otros a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas que tú juzgas" (Rom 2,1).

Dadas las condiciones adecuadas, estas semillas del mal que hay en mí, pueden un día llevarme a los peores crímenes. Ante un tumor no interesa tanto el tamaño como la malignidad. ¿Quién se consuela cuando le diagnostican un cáncer, pensando que es muy pequeño? Lo importante es la rapidez con la que crece. Pero nosotros nos consolamos al descubrir nuestras malas pasiones pensando que sólo tengo <<pecados pequeños", "Pecado", y "pequeño" son términos contradictorios como "enemigo pequeño", "cáncer pequeño" o "círculo cuadrado".
Los efectos en los demás de nuestros "pecados pequeños" pueden ser a la larga muy destructivos. Los grandes fracasos en el matrimonio no suelen deberse a grandes pecados: adulterio, alcoholismo, juego… Las más de las veces el matrimonio muere no de resultas de un hachazo, sino de pequeños alfilerazos continuos: desatenciones, olvidos, silencios, caprichos, genio, egoísmo. Cuando culpamos al otro cónyuge de un pecado "grave", habrá que ver hasta qué punto el pecado grave del otro ha podido estar provocado por mis pequeños pecados contra él, que quizás no reciben una condena tan fuerte por parte de la sociedad, pero que en el fondo son tan destructivos del amor.

¿Por qué no acogemos y meditamos los reproches que nos hacen los demás? Tendemos a descartarlos con demasiada facilidad. Todo el mundo piensa que la culpa es del otro. ¿No habrá también algo de culpa por mi parte? Hay personas dispuestas a conceder "generosamente" el perdón al otro, cuando lo que deberían hacer es pedirlo por la parte de culpa que les corresponde.

Muchas veces me he tenido que enfrentar con situaciones de familias divididas por el reparto de una herencia, Lo asombroso es que todos piensan que tienen la razón y que la culpa es de la otra parte. A lo sumo algunos están dispuestos a perdonar, pero lo que no encuentro nunca es personas dispuestas a pedir perdón reconociendo que se han portado mal. Cuanto más seguro estés de llevar la razón, más deberías sospechar si están funcionando en ti los mecanismos de la autodisculpa.
Sucede aun en las cosas más pequeñas. ¡Cómo influye nuestra subjetividad a la hora de apreciar si hubo o no "penalty", y si pasó dentro o fuera del área! Hasta en un dato tan objetivo vemos las cosas no como son, sino como nos gustaría que fueran. ¡Cuánto más a la hora de juzgar sobre materias en las que soy parte interesada!

Cuando observo mi propio comportamiento, muchas veces me sonrío. Cuando voy buscando sitio para aparcar, conduzco despacito y me indigno contra el tipo impaciente que viene detrás metiéndome prisa. Pero cuando soy yo el que llevo prisa, me impaciento con el que va despacito delante de mi buscando un sitio donde aparcar. Es la eterna ley del embudo: "Lo ancho para mí, y lo estrecho para los demás".
Cuando David huía de Jerusalén perseguido por su hijo, uno se puso a insultarle y a tirarle piedras. David no quiso impedirlo, sino que pensó que en algo lo habría merecido, y esos insultos le podían servir para redimir sus culpas (2 Sam 16,5-14).

Cuando se acercan a confesarse personas a quienes conozco bien, veo que no se acusan de sus verdaderos defectos, los que más hacen sufrir a sus cónyuges, hijos, empleados. Los que conviven con esa persona me han contado todo lo que padecen por su causa, pero cuando él en persona viene a confesarse, se limita a decir cuatro vaguedades, sin clara conciencia del daño que hacen sus pecados. "De ahí esas acusaciones leves, agrupadas en el último momento, sin gran seriedad, y que por su misma improvisación terminan pareciéndonos mezquinas y vanas" .

Al leer este párrafo, se nos va inmediatamente la atención a fulanito o menganito. ¡Qué bien le cuadra! Pero qué pocos se sentirán aludidos. Ahora no hablo sobre los demás, ni sobre tu amigo, ni sobre tu hermano de comunidad. Estoy hablando de ti. "Tú eres ese hombre" (2 Sam 12,7).
¿No exagera el evangelio la importancia de nuestros pecados? ¿Me reconozco en el pródigo andrajoso? ¿No es retórica hablar de que Jesucristo murió por mis pecados? Quizás habrá muerto por los pecados de los demás, pero ¿por los míos? ¿No me parece una exageración desproporcionada el que el Hijo de Dios haya tenido que morir por esas "cuatro tonterías" que digo en el confesionario sin gran convicción?
No tiene nada de extraño que la llamada a perdonar como somos perdonados sea acogida con tanta mezquindad por los que apenas tienen de qué confesarse, y se esfuerzan por añadir "material de relleno" improvisados, para que sus confesiones no resulten demasiado breves.
El Espíritu es aquel que "nos convence de pecado" (Jn 16,Cool. Se establece una discusión entre Dios y mi conciencia. Dios me dice que soy pecador y mi conciencia lo niega. El Espíritu viene para dar la razón a Dios, para convencerme de que es verdad lo que Dios me dice. La apreciación objetiva de nuestros pecados y de nuestra necesidad de ser perdonados es fruto de la gracia, es una revelación divina que sólo se hace a los que contemplan la cruz de Jesús y no paran de repetirse: "Me amó y se entregó por mí" (Gál 2,20). Y si aún te parece que esa cruz de Cristo es insignificante para redimir tus "insignificantes pecados>>, mantente en la súplica para que te sea revelada en "la sobreabundancia de la gracia la abundancia de tu pecado" (Rom 5,20).

El que recibe la gracia de esta revelación bajará la cabeza como el publicano y repetirá: "Ten piedad de mí, Señor, porque soy un gran pecador" (Lc 18,13). Ya no le quedará tiempo para condenar a los demás y estará siempre dispuesto al perdón.

La confesión repetida de las mismas faltas una y otra vez, mes tras mes, tiene un sentido. Si a pesar de nuestros esfuerzos por mejorarnos conseguimos tan poco, ¿cómo nos atrevemos a exigir a los demás que sean más eficaces en la lucha contra sus propios defectos? ¿No puedo presuponer que ellos también intentan corregirse pero no lo consiguen? Dice San Juan Crisóstomo: "Si descuidas corregir tus propios defectos, señal clara es de que cuando juzgas a tu hermano, no lo haces porque te preocupas de él, sino porque lo odias y lo quieres difamar". "Pues si es necesario que alguien le juzgue, tendrá que ser el que no ha cometido tales cosas, y no tú" .

Por eso el Señor nos enseñó a decir: "Perdónanos así como nosotros perdonamos". Se trata de vasos comunicantes. No es que yo tenga que perdonar primero para que se me perdone. Es porque he experimentado en mí la misericordia de Dios por lo que he aprendido a ser misericordioso con los demás. El verdadero "test" de que he sido perdonado es mi disposición para perdonar a los demás
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P. Juan M. Martín-Moreno, SJ[/b]
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