AGUA DE VIDA ETERNA
El encuentro de Jesús con la samaritana es el modelo de lo que debe ser nuestra vida cristiana. Esta mujer representa a todos aquellos que quieren conocer a Jesús. Y deja ver además las dos dimensiones que tiene todo camino de conversión: Por un lado las aspiraciones del hombre: "dame de beber"; y por el otro la propuesta de Jesús: "si conocieras el don de Dios". Nuestro mundo cristiano es una nueva Samaria no delimitada por fronteras, porque andamos todos mezclados en la calle. No es una exageración. Hay entre nosotros algunos que provienen del más puro paganismo. Tienen sus dioses: dinero, placer, partido, raza, violencia. Alguien les ha enseñado también el culto a Dios y asisten a liturgias de funerales, se bautizan y hacen la Primera Comunión, participan en las procesiones por sus barrios pero no están de acuerdo con la Iglesia. Son cosas que crean tensiones, e incluso odios en el corazón entre los cristianos de siempre y estos nuevos "samaritanos".
El hombre y la mujer contemporáneos tienen sed. También nosotros tenemos sed. Es una necesidad que todos experimentamos. Hay personas que, aunque poseen todo lo inimaginable, sin embargo están vacías de Dios. Es bueno que sintamos sed. El que no tiene sed, no busca fuentes de agua. El que lo sabe todo no pregunta. El que se cree un santo, no pide perdón. El que se siente rico, no pide nada. El que tiene todo eso, ¿para qué necesita la Pascua y la conversión cuaresmal? Existe una sed implícita en el corazón humano. Sed de verdad, de felicidad, de amor; sed de plenitud, de vida; necesitamos el Agua de la Vida verdadera que sólo Cristo puede dar.
Llevamos años y años sacando agua de los pozos del mundo, el agua que no sacia plenamente. La experiencia de la samaritana se ha venido repitiendo a lo largo de los siglos, pues todos somos pecadores. No digas como alguna gente: A mi no me escucha Dios. Es falso. Lo que puede ocurrirte es que no le dejas espacio en tu ser. Aunque creas que no escucha tu voz y tu plegaria, Él se adelanta a tus deseos. Esta es una cuaresma para rezar.
Cuando el ser humano aprende a rezar es cuando comienza a crecer porque percibe que su vida necesita otra clase de alimento que no le proporciona el consumo material de cosas. Cuando reza no emplea muchas palabras. No busca entender sino amar y dejarse amar.
Hermanas y hermanos: en esta cuaresma los invito a rezar con la samaritana: "Señor, tengo sed de Ti; estoy cansado del camino. Dame de beber. Tú eres la vida de mi vida. Lléname de Ti". Entonces estaremos de acuerdo con Santa Teresa de Jesús que decía: "Quien a Dios tiene, nada le falta Sólo Dios basta".
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.