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A este relato podría ponerle yo el siguiente título: "El Sacerdote, mi padre y la señora rica" Ahí va:
Ocurrió hace unos sesenta y seis años. A un Sacerdote de 24 años y que acababa de ordenarse, le destinaron de Párroco a una pequeña ciudad. Enseguida se percató de que esta ciudad necesitaba otra iglesia. Comenzó a pedir dinero, pero apenas recibía donativos. Durante varios años siguió insistiendo en su petición, y rezando mucho a Dios. Y el resultado seguía siendo muy pequeño. Con lo que iba recogiendo era absolutamente imposible comenzar la construcción de una iglesia.
Ya no pudo más, y un día, estando frente al Sagrario de su Parroquia, le dijo al Señor que ya no iba a pedir más dinero a nadie, ni tampoco iba a rogarle más por este asunto. Que lo había intentado por todos los medios durante mucho tiempo, y se sentía francamente agotado.
Esa oración frente al Señor, presente en el Sagrario, la hizo a las 9 y media de la noche. A continuación se dirigió a su vivienda (que estaba dentro de la misma Parroquia) y se encontró con mi padre, que estaba de pie, apoyado en la barandilla de la escalera. El párroco se sorprendió mucho al verle (conocía a mi padre, y sabía que era Notario), y le preguntó el motivo de su presencia. Mi padre le contestó: "Le estaba esperando precisamente a usted, pues tengo algo que decirle". El Párroco le hizo pasar adentro. Mi padre le dijo que la señora más rica de la ciudad, que no tenía descendencia, acababa de morir, y que toda la herencia, que era inmensa, la había dejado para la construcción de la nueva iglesia. ¡¡ Entonces el joven Párroco se echó a llorar, y le contó a mi padre lo que le acababa de decir al Señor en el Sagrario... !! Además de la iglesia, se pudo construir un gran centro sanitario, y aún sobró mucho dinero. Mi padre fue quien, en su momento, había aconsejado a esa señora que legara su hacienda para la construcción de esa iglesia. Y le hizo caso.
Esta anécdota es tan impresionante que, a lo largo de mi vida, me he atrevido a contarla en muy pocas ocasiones. Pero hoy me ha hecho ilusión compartirla con vosotros. Mi padre (que durante mucho tiempo fue testigo de lo que ese Sacerdote llegó a moverse para conseguir dinero) siempre se emocionaba mucho cuando nos contaba este relato.
¡¡ El Señor siempre nos escucha !! Y nos lo concede, siempre que lo que le pedimos sea conforme a su Voluntad. Y el tiempo, lugar y modo de concedérnoslo, lo dispone también Él, que es infinitamente Sabio, Poderoso y Bueno.
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