El tesoro y la perla del Reino de Dios.
Jesús toca nuestros intereses más humanos a través de estas tres comparaciones: el tesoro, la perla y la red, como queriendo decirnos que sería el colmo no elegir lo mejor cuando lo tenemos al alcance de nuestras manos. Lo que más vale es la felicidad que tendremos en el cielo para siempre.
Hermanas y hermanos:
1.- El significado del "tesoro" y de "la perla" resulta muy cercano y comprensible a nuestra mentalidad de hombres modernos. Constantemente tenemos que hacer opciones importantes, válidas y rentables. Nuestro sentido de la economía nos exige estar atentos para no derrochar energías en objetivos poco consistentes. ¿Qué actitud debemos asumir frente a los bienes que hemos recibido de Dios? Es necesario hacer una valoración y una elección. Cuando encuentro el bien más alto, debo dejar para luego todos los demás y alegrarme por ello.
2.- Solamente la persona de Jesucristo puede llenar nuestras aspiraciones; y Él nos ha revelado de mil maneras que lo primero es Dios, la salvación de nuestra alma, el amor al prójimo y luego están las demás criaturas con un valor relativo. En la meditación del principio y fundamento, San Ignacio de Loyola nos dice que: "El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios y, mediante esto, salvar su alma". Las criaturas nos sirven en cuanto que nos llevan a Dios ¿Cómo distinguir lo importante de lo secundario? ¿Cómo ordenarlos en una justa jerarquía? Para ser buenos cristianos hay que aprender a desprenderse de las cosas. Sólo Dios es insustituible, el resto es relativo, limitado y subordinado al Reino de los cielos.
3.- El tesoro tiene un precio; es la coherencia. Nuestra fe debe ser confesada y celebrada, pero sobre todo vivida. Creer implica negarse a sí mismo para seguir los caminos de Dios. Al Reino de los cielos sólo se puede entrar por la puerta estrecha. La fatiga de la fe es siempre fecunda como el grano de trigo que se pudre y muere para producir mucho fruto.
Conviene preguntarnos: ¿El descubrimiento de la perla preciosa y del tesoro me ha hecho cambiar todos los objetivos de mi existencia? ¿En mi conciencia ha caído una capa de polvo que es la rutina, el cansancio, la falta de entusiasmo o de perseverancia que opaca su brillo? ¿Me he acostumbrado a tener siempre entre mis manos el tesoro de la gracia y ya no aprecio todo su valor? ¿No habré, quizá, vendido ya el tesoro del Reino cambiándolo por los productos baratos que me ofrece el mundo?
Cristo nos invita hoy a emprender la búsqueda de "la Verdad que es Él, por el Camino que es Él, para darnos la Vida que es Él", abandonándolo todo para adquirirla. La mirada de nuestro corazón debe estar siempre orientada hacia el misterio de Dios, fortalecida con la esperanza en un crecimiento constante que nos acerca más y más al cielo.
Padre Roberto Mena, S.T.