Jesús, el verdadero cordero que quita el pecado"
Homilia para Domingo, 20 de Enero de 2008
de P. Roberto Mena, ST
Acabamos de celebrar con gran alegría el tiempo extraordinario de la Navidad. Hoy comienza aquello que la Iglesia llama "tiempo ordinario", es decir, una larga serie de domingos en los que recordaremos la vida pública de Jesús, escucharemos sus enseñanzas, sus parábolas, la narración de curaciones y milagros. Seguiremos su vida desde el bautismo que recibió en el Jordán, hasta el comienzo de su pasión. Jesús se convertirá para nosotros en el maestro que nos va a enseñar a pensar y a vivir como hijos de Dios.
Para animarnos a comenzar bien el conocimiento de Jesús, Juan Bautista nos hace una pregunta fundamental: "¿Conocéis bien a Jesús? ¿Sabéis quién es él?" Y él mismo nos hace una confidencia: "yo no lo conocía".
Jesús es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A nosotros nos cuesta entender estas palabras, en cambio para los israelitas era más simple, pues cada año recordaban el episodio de la huida de Egipto, en la que cada familia marcó una señal en la puerta de la casa con la sangre del cordero que estaba comiendo. Así cada año, en la celebración de la Pascua, los padres cuentan a sus hijos la noche de la liberación. También Jesús comió con sus apóstoles el cordero, pero en esta nueva Pascua es Jesús el que se ofrecerá como el verdadero cordero que da su sangre por todos para obtener el perdón de Dios y hacernos hijos de Dios.
¿Por qué Juan no habla de los pecados sino del pecado del mundo? Porque se refiere a una realidad que está más allá de lo que cada uno de nosotros hace. Es el mal por excelencia. Lo llamamos "pecado original". Un niño al nacer, no entra en un mundo limpio, sino en un mundo herido por la presencia del mal, que de un modo u otro le afectará. Ninguno de nosotros está libre de esta herida; todos la sufrimos. Hay un mal que mancha la existencia del mundo. El pecado es básicamente oscuridad, tinieblas, negación de la verdad. Es trampa, hipocresía, falsedad, que lleva al egoísmo, al desamor.
El pecado más frecuente en nuestra vida cristiana es el pecado de omisión. Todos los bautizados hemos sido llamados para ser luz del mundo y no hacemos casi nada. Sin embargo, es urgente que demos buen ejemplo con nuestra vida cristiana al hombre de nuestro tiempo que ha elegido el camino de las tinieblas. La lucha de Jesús contra el pecado del mundo es el amor.
San Juan Bautista aparece hoy no solamente como el precursor que prepara los caminos del Señor, sino también como el que da testimonio del Mesías y que dará su vida un día defendiendo los valores del Evangelio. Nosotros debemos anunciar la buena nueva de la salvación con nuestras palabras y nuestro ejemplo comenzando por los más cercanos, nuestra familia, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo.
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.
jrmenazel@hotmail.com