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Hoy os traigo tres anécdotas más.
A) Una cuñada mía me llamó un día por teléfono llorando diciéndome que su hijo se moría. En 43 años que hace que le conozco es la única vez que recuerdo haberla visto llorar. Su hijo tenía un mes y no quería tomar biberón y mi hermano y ella llevaban luchando para que tomara el biberón desde que había nacido. La pobre estaba totalmente angustiada y veía que su hijo “se le iba”. Le dije: ¡¡ coge el biberón, y tráemelo ahora mismo !! Ella me dijo: “pero si te estoy diciendo que no quiere tomar el biberón ni a la de mil…” Yo le volví a decir que me lo trajera inmediatamente. Aunque yo no soy médico ni enfermera, mi cuñada me vio con tal firmeza que cogió al niño y me lo trajo rápidamente en coche. En ese momento estábamos como a unos 40 kms. la una de la otra.
En cuanto el niño llegó a mi casa comencé a darle el biberón. Mi cuñada se quedó atónita al ver que su hijo comenzaba a tomar el biberón. Y encima lo tomó entero ¡¡ y de un tirón !! Cuando terminó de tomarlo, le di la vuelta al biberón, delante de su madre, y no salió ni una gota de leche… Ella, muy extrañada y muy emocionada a la vez, me dijo: “¿pero qué es lo que has hecho?” Yo le dije: “he rezado”. Y aún os diré más: en los meses siguientes, su hijo tomó TODOS los biberones, sin ningún problema.
Por supuesto, me hizo madrina de ese niño, que ahora tiene 24 años. Cuando no se tienen hijos, como es mi caso, a los sobrinos se les quiere de un modo muy especial, prácticamente como si fueran hijos. Pues bien, puedo aseguraros que a ese sobrino yo le quiero como a un hijo ¡¡ Y me consta que él me quiere como a una madre !! ¿Tal vez sea por aquello que me ocurrió con su biberón? Pudiera ser…
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B) Me ha venido a la cabeza un hecho con gran moraleja, que se me quedó grabado para siempre:
Cuando yo tenía 8 años, preparando la Procesión del Corpus Christi, Acción Católica me eligió para que llevara la bandera de Acción Católica. Iba a ir delante de todos los niños y niñas que habían recibido esos días la Primera Comunión (yo la había recibido el año anterior), y tenía que ir vestida de blanco. No os podéis hacer ni una idea de la ilusión tan enorme que tenía yo de que llegara el día de la Procesión. Pero resulta que ese día amanecí con un orzuelo en el ojo. Mis padres creyeron que no era oportuno, con el ojo así, ir llevando la bandera en una Procesión tan importante, y pensaron que otra niña podría ser muy feliz llevándola. Me lo dijeron, y lo acepté enseguida. A continuación lo comunicaron a Acción Católica.
Pues bien, en el momento en que desde un balcón vi pasar a la niña que me sustituía, vestida toda de blanco y con la gran bandera, me eché a llorar de la pena (¡¡ y eso que nunca he sido llorona... !!). Entonces mi madre se me acercó y me dijo: "para Dios es muchísimo más agradable este sacrificio que haces de no ir, que si hubieses estado allí, con la bandera, tan mona vestida, y viéndote toda la gente. En cambio alégrate mucho de la ilusión tan enorme que la niña que te está sustituyendo estará teniendo desde el momento en que esta mañana le hayan comunicado que era ella la elegida".
Puedo aseguraros que lo que me dijo aquel día mi madre al oído marcó toda mi vida. A partir de ahí tomé conciencia de que a Dios le gusta mucho más todo lo escondido.
Comprenderéis que lo que os he puesto es algo muy íntimo, pero aquí a veces os comento cosas muy personales, pensando en que tal vez puedan hacer un bien a algún o algunos foristas. Me he emocionado mucho recordando este hecho de mi infancia...
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C) Un chico de 16 años, que venía con sus padres y sus abuelos en una de las peregrinaciones que yo he hecho a Lourdes con familiares, en el viaje de regreso en autobús, nos contó algo de un íntimo amigo suyo (el Sacerdote que dirigía la peregrinación le rogó que nos lo contara):
Desde que su amigo era pequeño sus padres le consentían absolutamente TODO, incluso si un día no quería ir al colegio, no iba. La vida de su amigo era totalmente libre (claramente sus padres lo educaban equivocadamente).
Cuando cumplió 14 años, como legalmente ya podía conducir moto, les pidió a sus padres que le compraran una. Por supuesto que se la compraron ¡¡ faltaría más... !! A los pocos días tuvo un accidente con la moto. Sus piernas quedaron inmovilizadas para siempre. Pasó dos años muy enfadado con Dios por haber permitido eso tan sumamente grave, y que precisamente le hubiera tocado a él. Durante dos años, cuando sus amigos iban a verle, no tenía otro tema más que lo super rabioso que estaba con sus piernas paralizadas para siempre. No había otra cosa en su cabeza y en su corazón. No le importaba nada de lo que ocurría a su alrededor, y ni siquiera quería tener hobbies. Desesperado totalmente.
Él no era creyente. Un día sus padres le propusieron ir con ellos a Lourdes. Aceptó. Una vez allí, sus padres le iban diciendo que pidiera a la Virgen su curación. Él, debido a su fuerte orgullo (lo confesó posteriormente), no les contestaba nada. En el momento de la Bendición con el Santísimo junto a la Gruta, resulta que el Sacerdote estaba muy cerca de él, le miró y le dio la Bendición. El chico se quedó absolutamente inmóvil, y con la vista fija en el Santísimo. Entonces su madre le preguntó al oído: "hijo mío: ¿le has pedido tu curación?" Y él contestó: "no, no se la he pedido. Le he pedido que cure a ese enfermo (y señaló a uno que estaba en una camilla delante de él) pues está mucho peor que yo".
Llegó a Barcelona, procedente de Lourdes, completamente renovado por dentro. ¡¡ Ahora es otro chico, su amigo nos dijo que no parecía el mismo !!
Impresiona un montón ¿verdad?...
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