BEBER SU SANGRE Y COMER SU CUERPO ES UN MILAGRO DE AMOR
La fiesta del Corpus Christi la quiso Dios directamente para hacernos valorar la Eucaristía.
El libro del Éxodo nos habla de que Dios hizo un sacrificio de holocausto y tomó la sangre, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros» (Primera lectura: Ex 24, 3-
.
Esta sangre es símbolo de otra que celebramos en la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, que se nos ha dado como alimento. El Señor dijo en la Última Cena «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos» (Evangelio: Mc 14, 12-16.22-26). Anteriormente había dicho que debíamos beber su sangre para alimentarnos de Él. En el misterio de la Sangre y Cuerpo de Cristo está Jesús.
Dice la Escritura que el hombre no sólo vive del pan natural, sino de otro tipo que es el pan sobrenatural.
A este alimento del Cielo es al que llamamos Corpus Christi: el Cuerpo de nuestro Señor que se nos da como «verdadera comida» y su sangre que se nos da como verdadera bebida (cfr. Jn 6, 55).
Dice San Pablo que el que come su carne y bebe su sangre vivirá una vida distinta y eterna: la vida de Cristo: «El que come de este pan, vivirá para siempre» (Aleluya). «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él –dice el Señor» (Antífona de Comunión)
Este alimento nos lo deja el Señor para tener fuerza y superar las dificultades: los desánimos, el cansancio. En definitiva, nos lo da para llevar una mejor calidad de vida sobrenatural.
Nos deja un pan de esta vida que nos lleva a la otra. No sólo eso, sino que quería estar con nosotros hasta el fin de los tiempos.
BEBER SU SANGRE Y COMER SU CUERPO ES UN MILAGRO DE AMOR.
Dios quería ser nuestro. Y para eso, se hace alimento, algo que se come y bebe y que llega a formar parte íntima de cada uno; se hace uno con nosotros.
Jesús quiso que el verbo comer apareciera en el Evangelio. Y lo hizo porque explica muy bien la unión que quiere tener con nosotros. No hay mayor unión que ésta.
Si lo pensamos, es impresionante. No hay varios Jesucristos, sino solamente uno: el que está en el Cielo es el mismo cuya carne comemos y cuya sangre bebemos. Sabiendo que siempre nos aprovecha, aunque a veces nos distraigamos.
Este Cuerpo y esta Sangre se formaron en la Virgen María. De alguna manera misteriosa Ella también está presente en la Eucaristía.
pADRE ROBERTO MENA St