El cristiano sabe que no podrá resolver todos los problemas del hambre en el mundo, los víveres se consumen pronto y vuelve la miseria; pero cuando el Señor le pide que aporte sus cinco panes y sus dos peces tiene la seguridad de que Él se encargará de multiplicarlos milagrosamente.
El gesto profético de la multiplicación de los panes tiene un significado que va más allá de saciar el estómago. Un niño ofreció lo que tenía y Jesús mandó distribuirlo. Significa que l a contribución humana no queda eliminada en el milagro sino que es el punto de partida para esta maravillosa comunión. La Palabra de Dios nos estimula a compartir con más sabiduría las riquezas de la tierra.
El hombre sufre hoy un vacío espiritual y tenemos el deber de saciarlo; la comprensión es el rasgo más sublime del amor. ¡Cuánto amor nos muestra Jesús en este episodio! A veces nos cuesta entender a los demás y es entonces cuando el amor juega un papel fundamental, porque si amamos, fácilmente podemos ser comprensivos. Es aquello que una mujer decía a su marido: "Si me amaras, me entenderías". Si nosotros queremos distinguir de qué hambre sufre el hermano que está a nuestro lado o toda la sociedad, hemos de aprender de Jesús a comprender su situación y a amarlo.
¿Qué es comprender? Ante todo es sintonizar con todos los corazones. Decía San Agustín: "Imita a los hombres buenos, tolera a los malos, ama a todos porque tu no sabes como será mañana aquel que hoy es malo". Ese es el amor de Jesús al ladrón, a la adúltera, a la samaritana.
¿Qué es el amor? Amar es entregarse aunque el corazón esté sangrando; es soportar el olvido de los demás sin desanimarse; es aprender a ser solidarios; es pensar bien de=2 0los demás; es también el no pedir a los hombres más de lo que los hombres pueden dar; es cerrar los ojos y abrir la mano; el mundo de hoy necesita hombres que sepan dar y recibir.
El amor es una aventura y un riesgo. El cristiano debe dejar siempre a su paso una estela de claridad, como la que deja el navío en el mar. No nos avergoncemos de llamar "hermano" al mendigo, al enfermo, al caído o al hombre de la piel oscura, y no olvidemos que a los hermanos se los trata con amor y comprensión.
Piensa en todas las riquezas materiales y espirituales que Dios te ha dado; son los panes y los peces que quiere que le ofrezcas para multiplicarlos y saciar el hambre de los que te rodean. El hambre de pan se sacia compartiendo generosamente, pero el hambre más profunda que debe ser saciada es la del espíritu. Mira si eres capaz de comprender, de amar y de entregarte a los demás hasta hacerlos felices. Así también serás feliz tú mismo.
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena ST