m_elissah
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| Tema: Apariciones de la Virgen...un poco de historia. Miér Jul 09, 2008 5:51 pm | |
| ......................... ¿Puede aparecerse la Virgen María?De vez en cuando los diarios nos sorprenden con la noticia de que la Virgen María se apreció en alguna parte del mundo y reveló ciertos mensajes a la persona que tuvo la suerte de verla. Unos reaccionan de manera incrédula mientras que otros no sólo aceptan estas revelaciones sino que las convierten en el centro de su espiritualidad y en motivo de reflexión permanente.
Este fenómeno se da desde épocas muy antiguas. El primer caso que conocemos en el de san Gregorio Taumaturgo, obispo de Neocesarea (+ 270) a quien la Virgen se le había aparecido para instruirlo y enseñarle algunos misterios de la fe que ignoraba. Conocemos también los casos de san Martín de Tours (+397) y san Ildefonso de Toledo (+567), pero el caso más impresionante de esta época es el de san Juan Damasceno (+749), a quien la Virgen se le habría aparecido para devolverle la mano derecha, cortada por el gobernador de Damasco.
Sin embargo fue durante la Edad Media cuando se produjo la verdadera proliferación de visiones y profecías, muchas eran exageraciones carentes de valor y algunas resultaban fantasiosas. A pesar de las voces críticas que se alzaban contra estas visiones, hubo muchas santas en este tiempo cuyas revelaciones ejercieron gran influencia entre la gente. Así, las voces y visiones de santa Juana De Arco (+1431), santa Gertrudis (+1302), santa Catalina de Siena (+1380) y santa Brígida (+1373). Las revelaciones de esta última fueron de tal trascendencia, que a fines de la Edad Media se las equiparaba casi a las Sagradas Escrituras.
En el siglo XVI los abusos relacionados con las apariciones y fenómenos extraordinarios eran realmente numerosos. En muchas partes de Europa brotaban movimientos religiosos fundados en creencias fantásticas e inclinados hacia lo maravilloso, lo extraordinario e incluso lo esotérico. Frente a este panaroma los teólogos se dividieron en dos porciones contrapuestas: unos a favor y otros en contra. Entre los defensores se hallaba san Ignacio de Loyola (+1556) mientras que entre los oponentes hubo grandes místicos de la talla de san Juan de la Cruz (+1591) y santa Teresa de Jesús (+1582).
Ante tantas opiniones encontradas la Iglesia decidió tratar este asunto en un Concilio, reunido en el año 1512 en la ciudad italiana de Letrán y llamado el V° Concilio de Letrán. El Concilio, luego de analizar el tema, se inclinó más bien por los opositores, deseando con ello frenar los excesos y exageraciones que se daban. Se estableció que correspondía al Papa decidir si una aparición de la Virgen era auténtica o no, así como el autorizar su culto. Sin embargo ésto no respondía a la cuestión más importante: ¿qué valor tenían estas revelaciones recibidas por videntes particulares, en caso de ser aceptadas por la Iglesia?. ¿Los creyentes estaban obligados a creer en ellas?.
Será el cardenal Próspero Lambertini, un teólogo excepcional y uno de los hombres más eruditos de su tiempo (más tarde nombrado papa con el nombre de Benedicto XIV), quien dará la definitiva respuesta a este problema. En 1738, dos años antes de ser nombrado pontífice, publicó un voluminoso tratado , titulado La beatificación de los Siervos de Dios. En él distinguía dos clases de revelaciones: la revelación pública y la privada. Según esta distinción, hoy comúnmente aceptada, se llama revelación pública a la que Dios hizo al pueblo de Israel a lo largo de su historia. Comenzó con Abraham y terminó con la muerte de Jesucristo y la de sus apóstoles (alrededor del año 100 d.C.) Pero aparte de esta Revelación, puede suceder que Dios, la Virgen o algún santo quieran revelarle a un creyente algún mensaje personal. Esta clase de revelación, entonces, se llama revelación "privada", porque ha sido hecha en el ámbito privado de la persona. Y aquí viene lo importante: dice Benedicto XIV en su obra que las revelaciones privadas, aunque hayan sido aprobadas por la Iglesia, no se les debe atribuir un asentimiento obligatorio. Por tanto uno puede rechazarlas y negarse a aceptarlas. En otras palabras, el Papa sostiene que nadie está obligado a creer en ninguna revelación privada de la Virgen, por más seria y venerable que parezca. Y aun cuando alguna devoción fuera aprobada y reconocida por la Iglesia, no por ello los mensajes que la acompañan se convierten en revelación pública, es decir, obligatoria para la fe de los creyentes.
Al llegar al siglo XIX, entramos en la época de las grandes apariciones marianas, cuya devoción no sólo son autorizadas por los obispos locales sino incluso recomendadas por los Romanos Pontífices. En 1803, se producen tres manifestaciones de la Virgen a Catalina Labouré, que darán origen a la devoción de la Medalla Milagrosa. Como ella se negó a dar testimonio, éstas nunca fueron aprobadas oficialmente. Pero de modo tácito fueron aceptadas por la Iglesia, y la devoción a la Medalla Milagrosa se difundió por todo el mundo.
En 1846, en el pueblito de La Salette (Francia), dos pastores vieron a María que lloraba e invitaba a la conversión. En 1858, ocurrieron 18 apariciones en el pueblito de Lourdes (Francia) a Bernadette Soubirous, una adolescente analfabeta de 14 años. En 1917, en Fátima (Portugal), a tres partores se les presentó la Virgen en seis oportunidades y terminó revelándoles mensajes secretos. Como onda expansiva, estas devociones se fueron propagando por todas partes entre los fieles, que acudían a los santuarios para rendir culto a la Madre de Dios. Pero junto con ellas se propagó también el afán de videncia y de contacto con lo sobrenatural. De manera que entre 1928 y 1975 se pudieron contar 255 apariciones de la Virgen en distintas partes del mundo. (tomado del libro "¿Puede aparecerse la Virgen María? del P. A. Alvarez Valdés) | |
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