MariCruz Admin
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| Tema: La fuerza del amor Lun Ago 20, 2007 1:26 am | |
| LA FUERZA DEL AMOR.
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
El amor es vida y es fuerza. Hay testimonios elocuentes. Uno de tantos es el de Frank y Mary. Frank desarrolló la enfermedad de Parkinson y le fue imposible continuar viviendo en casa; entonces Mary, con pena, eligió una residencia para él. Cada día recorría 80 km. para ver al hombre que amaba.
El amor es la fuerza mayor que tenemos. Es más fuerte que el hierro, que el agua, que el viento, que la misma muerte. El amor todo lo cambia, todo lo transforma, todo lo puede. Muchas personas han descubierto esta fuerza y la han usado: Gandhi, Martín Luther King, M. Teresa de Calcuta...
Lo más importante es el amor. El amor es lo único que anhelamos, sin embargo nos cuesta liberarnos de nuestros temores y resentimientos. El ser humano no puede vivir sin amor, pues por amor y para amar fuimos creados. El amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará nunca (1Co 13,4-7).
No se puede ignorar la fuerza del amor. El amor es vida y nunca muere. El amor verdadero hacia el otro es o debe ser incondicional, no pide nada a cambio. El amor no conoce el miedo, ni la culpabilidad. Es el distintivo de los cristianos, el único mandato que dejó Jesús (Jn 13,34-35).
Cada uno puede elegir la vida o la muerte, el amor o el odio. “Cuando escogemos únicamente al Amor como director de nuestra mente, podremos experimentar la fuerza y el milagro del Amor”(G.G. Jampolsky). Para ello hay que descubrirlo y vender todo, porque el amor es lo más grande que existe y encierra todas las vocaciones. Así lo entendió santa Teresita: “Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y todos los lugares … en una palabra, que el amor es eterno”.
Los cristianos tenemos un único mandamiento, el del amor, amor a todos, especialmente a los más necesitados. El ayuno verdadero, el que Dios prefiere, consiste en obras de misericordia en favor de los más pobres (Is 58,4-7).
Si el pueblo se enmienda y cambia su conducta, Dios le promete el poder ser luz “Entonces brotará tu luz como la aurora y tu herida ser curará rápidamente” (v. . Y para ser luz hay que partir el pan con el hambriento, recibir en la casa a los pobres sin techo, no cerrarse ante las necesidades más urgentes del prójimo, luchar contra todo tipo de esclavitud y renunciar a actuar y hablar mal contra los otros, desterrar la opresión, el gesto amenazador…
El evangelio de Mateo (Mt 5,3-16) recuerda la exhortación de Jesús a sus discípulos para que sean “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
La luz es la primera obra de la creación, la criatura primogénita de Dios (Gn 1,3). Y Jesús dirá en el evangelio de Juan: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no camina en tinieblas” (Jn 8,12). Para Mateo cada creyente es luz para el mundo, signo y sacramento de la luz y la vida de Dios. La luz alumbra a todos, pero se puede esconder: “No se enciende un candil para taparlo con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt 5,15). Así ha de ser la comunidad cristiana: “Brille así vuestra luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria al Padre que está en los cielos” (Mt 5,16). | |
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