LA FUERZA INTERIOR
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
“Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Siempre hay algún sonido que se nos escapa, algún dato importante, alguna palabra o gesto de una persona.
Conocí en estos días a una persona maravillosa. Se llama Estela. Es inmigrante venezolana y me senté con ella para escucharle. Me habló pausadamente. Detrás de sus palabras intuí un mundo lleno de amor y de vida.
Estela es una mujer excepcional. Es analítica, ordenada, intuitiva, con una gran mente y un gran corazón. Es mujer de palabra. La palabra que da la cumple, aunque en ella tenga que empeñar la vida. Por su fidelidad a la palabra dada ha sufrido lo indecible.
Esta mujer, bajita, de color trigueña, es mujer de una gran fe. La fe en Dios en una humanidad mejor le ha mantenido en la lucha de cada día. De niña se preguntaba: ¿dónde está Dios? Y una voz dentro de ella le decía: “Dios está dentro de ti”. Esa luz de Dios, esa seguridad de que vive en ella y en los demás, le ha mantenido firme. Alguna persona que le ha visto sufrir de cerca se pregunta cuál es la fuerza que le mantiene viva. Y ella siempre tiene la misma respuesta: Dios.
Estela ha sufrido mucho en el último año. Ha trabajado desde las 6 a.m. a 12 de la noche, sin sueldo, con humillaciones y desprecios. La oración y pequeñas jaculatorias que repetía una trás otra, le han mantenido viva. Antes de cerrar sus ojos plomizos cada noche repetía: Dios es amor, Dios es mi fortaleza, Dios es mi amigo. Ella habla con Dios como con un amigo. Siente su fuerza, su poder, su protección. Cuando Estela le pedía algo especial, algún signo para su discernimiento, siempre recibía una respuesta.
Al descubrir al Dios que vive dentro de ella, ha descubierto la fuerza interior que reside en cada ser humano. ¿Quién soy yo? Esta pregunta que tanta gente se repite, Estela también se la hizo un día. Y dentro de su corazón de sus oídos y de todo su ser retumbaba: yo soy, yo soy, yo soy... Descubrió la importancia del ser, un mundo de luz se le abrió a sus ojos. Y se decidió a amar, a servir, a repartir amor y alegría.
Hacía años que ella había optado por no tener rencor, por no mirar mal a nadie, por no guardar odios en su corazón, porque se dio cuenta de que el odio corroe, mata y acaba con las personas.
Estela cree en la fuerza del amor. El amor lo puede todo, repite sin cansarse. El amor une, une vidas y corazones. Una humanidad que ha puesto el amor como centro de su existencia, jamás se perderá.
Cuando uno ama, hace el bien y se entrega, no hay cansancio. Ella habla por experiencia propia.
Con amor esta mujer de hierro y de oro ha entregado y piensa entregar su vida a la causa de mejorar este mundo. Es consciente de que esta humanidad debe y puede cambiar. Tiene una escala de valores bien clara. En ella lo que importa es el amor, no hacer daño a nadie, ayudar, sanar mentes y corazones, como lo hizo Jesús.
Lo material no cuenta tanto. Ella sabe lo que es el desprendimiento. Por un tiempo dejó todo, por una idea, por una causa, por un servicio. A pesar de todo el sufrimiento tenido, no guarda rencor y odio. Todo lo ha entregado de corazón. Se siente libre, sin miedos, sin prejuicios. El sufrimiento purifica, fortalece da una nueva visión del mundo.
Quien ha pasado por lo más, no le asustan los pequeños problemas de cada día. La experiencia de lo vivido lo quiere aprovechar para ayudar a otra gente para que la persona no se quiebre, se levante y siga caminando y no arroje la toalla.
Estela tiene una mente y un oído despierto. Escucha los pájaros, las flores, el aire, pero, sobre todo escucha el latir de su corazón y el de los demás, la fuerza interior que reside en cada uno para afrontar todos los retos que ofrece la vida.