EBRIO DE DIOS
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Nino Kazantzakis, en su novela El pobre de Asís, presenta a Francisco dando gritos y bailando delante del Papa. Alguien se acercó y le dijo:
“Francisco, hermano mío, estás frente al Papa... ¡Debes mostrar más respeto!”
“Me encuentro ante Dios”, respondió en voz alta. “¿Cómo quieres que llegue hasta él, sino bailando y cantando? ¡Déjame!”
“Santo Padre, perdónalo. Está ebrio de Dios y ya no sabe dónde está. Siempre baila cuando reza”.
El Evangelio es la Buena Noticia de Jesucristo, que es fundamento de la alegría. Igual que el reino de los cielos, la risa se encuentra dentro de nosotros. Sólo los que han descubierto que Dios es causa de la alegría y que vive en el corazón de cada ser humano, son los que no caben de alegría y como Francisco no pueden “contener la alegría”.
Juan pide a Jesús que dé pruebas de su mesianismo. La respuesta de Jesús coincide con el texto de Isaías, en el que describe las señales que acompañan a la presencia de Dios. “Los ciegos ven... y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Señales todas de amor y alegría.
A los que se pregunten hoy si Dios vive entre nosotros, les tendremos que responder como a Juan. Vayan y anuncien a Juan lo que están viendo:
Hemos visto comunidades que oran, familias que comparten, personas que atienden a los más necesitados. Y gracias a la vida y entrega de estos testigos del Amor, los ciegos abren los ojos a una vida de fe, los sordos oyen la Palabra de Dios, los paralíticos recorren los caminos de la libertad y todos aprenden a vivir una vida nueva de amor.
Jesús ha venido a consolar a los tristes, a vencer el dolor y la muerte, a proclamar las bienaventuranzas. Lo mismo han de hacer los cristianos.
El testimonio de la alegría sigue siendo uno de los testimonios más necesarios. Hoy se nos pide un claro testimonio de alegría y esperanza, que sepamos dar razones de nuestra vida, que bendigamos todo lo hermoso y lo bello que hay a nuestro alrededor. “Tengo necesidad, decía un aprendiz de ateo, de verlos siempre tristes. Entonces me siento tranquilo y me convenzo una vez más de que Dios no existe. El único momento en que me entran dudas, en que comienzo a sospechar que quizá lo que cuentan en la Iglesia no son patrañas y que Dios puede existir, es cuando los veo contentos” (Pronzato).
Muchos nos pedirán signos de vida, de alegría. Quizá podamos ayudar a muchos a saber ver el lado bueno de las personas y acontecimientos; a encontrar razones para la alegría y esperanza, a pesar de que todo no sonría; a utilizar siempre el humor y a llorar con los que lloran.
No espere a que nadie le diga: sonría, por favor. Si tienes a Dios como fuente de tu alegría, no podrás “contener” la alegría, serás un ebrio de Dios.
“Me dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida no era sino servicio. Serví y vi que el servicio era la alegría” (Tagore).