Vino nuevo en odres nuevos
Mateo 9, 14-17. Tiempo Ordinario. Cristo nos convierte en odres nuevos para recibir su mensaje, real y vivo en nosotros.
Mateo 9, 14-17
Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido, y se produce un desgarrón peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos; pues de otro modo, los pellejos revientan, el vino se derrama, y los pellejos se echan a perder; sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan».
Reflexión
Vestidos y odres nuevos, para el tiempo de la fiesta
El ayuno es un punto importante de la Torah y de las tradiciones de un hebreo practicante. Por esto los discípulos de Juan, devotos practicantes de la ley, están perplejos porque Jesús y sus discípulos no respetan esta norma tan básica. Jesús nos explica que el ayuno es recomendable porque ayuda a separarse de las preocupaciones terrenales, sin embargo es más importantes que quien ha recibido el anuncio del evangelio se regocije en el Señor estando alegre alabando a Dios.
Sin embargo, este tiempo de plenitud mesiánica no es sólo un momento cronológico definitivo de una vez para siempre. Es el acontecimiento que se realiza en la historia de cada hombre, de cada generación en un mundo donde hay que predicar el nombre de Cristo. Deberíamos sentirnos más que contentos porque ya no somos esclavos del pecado, sino hijos de Dios. Ha venido la Vida y la Verdad, y nos ha reengendrado y liberado. Y este anuncio vivificante se renueva cada vez que nuestra relación personal con Dios es reavivada por el sacramento al empeño concreto de vida.
Cada vez que elegimos la vida, la verdad, el amor y el respeto al prójimo, en vez de la muerte, el engaño, el orgullo. Cada vez que nos hacemos odres nuevos, listos a acoger el vino nuevo, fermento de vida de la novedad de Cristo, es cuando el mensaje de Cristo es real y vivo en nosotros.