VER CON OJOS NUEVOS
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Hubo un día terrible en que el odio convocó a una reunión a todos los sentimientos negros del mundo. Y cuando todos estaban reunidos dijo el odio: “Los he reunido aquí porque quiero con todas fuerzas matar al amor”. Y trataron de matarlo el mal carácter, la ambición, los celos, la frialdad, el egoísmo, la indiferencia, la enfermedad. Ninguno logró el propósito. Pero alguien dijo: “Yo mataré el amor”. Y lo logró: fue la rutina. Lo malo es cuando la violencia se convierte en rutina, en el pan nuestro de todos los días.
En los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 murieron más de doscientas personas en Madrid. Mª del Pilar perdió a su hijo. Escribió una carta llena de sencillez, de dolor, pero de mucha fe. En ella decía: “A pesar de todo el dolor de nuestro corazón, estamos experimentando la ternura del Padre a través de todas las innumerables personas que han llorado con nosotros.
Os pido una oración, no por mi hijo, que ya está con el Padre, sino por los asesinos de hecho y los que han manejado esos hilos, para que lleguen alguna vez a encontrar el amor que necesitan para curar su mal. Nosotros hemos prometido ante su cadáver que lucharemos para lograr, aunque sea una pizca, que esta lacra se extinga. Somos más los que amamos ¿van a poder con nosotros?
El perdón es la otra cara del amor. Quien perdona vive y deja vivir. El odio mata el amor, arruina la salud y toda convivencia humana. Uno de los problemas más frecuentes de los seres humanos es el albergar pequeños resentimientos, rencores y odios.
El perdonar da paz. Perdonar es el mejor ejercicio que podemos hacer para alcanzar la plenitud y la paz interior.
La primera persona a quien hemos de perdonar es a nosotros mismos, y no nos podemos perdonar a nosotros mismos si no somos capaces de perdonar a los demás y a Dios.
En primer lugar, hemos de aprender a darnos cuenta de que el problema no está fuera de nosotros.
El segundo paso consiste en mirar en nosotros mismos y reconocer nuestra parte de culpa en aquello que queríamos ver como exterior a nosotros.
El tercer paso lo realizará Dios quitándonos la culpabilidad.
- Ver con ojos nuevos, la clave del perdón. Pero para perdonar de verdad a nuestro prójimo, hemos de ser capaces de verlo con unos ojos nuevos, libres de los prejuicios que normalmente solemos albergar.
¿A quién hemos de perdonar? Es evidente que a Dios, a nosotros mismos y a los otros. Como ejercicio de perdón J. Lawson propone el siguiente:
Relajémonos y pensemos en alguien por quien sentimos un gran rencor.
Recordemos en qué circunstancia nos hirió, por qué lo hizo y qué beneficios obtuvo de ello.
Saquemos de nosotros mismos toda la negatividad y visualicemos cómo la luz se la va comiendo.
Preguntémonos a nosotros mismos qué pasaría si le perdonáramos.
Hagamos, mentalmente, como si le perdonáramos. Manifestémosle nuestro aprecio abriendo nuestro corazón y diciéndole estas palabras mágicas: “te perdono”.
Concentrémonos en todo lo que sentimos perdonando.
Ahora, realicemos este ejercicio a la inversa.
J. Lawson propone unas afirmaciones para el perdón: perdono a mi madre por el dolor que me causó, me perdono a mí mismo, perdono a los demás por hacerme daño. El perdón es la senda que conduce al amor, cada día soy más libre porque perdono, mi corazón no alberga rencor alguno.