EL QUE LA OCASIÓN PIERDE…
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
“Dios juega un papel muy importante en mi vida. Hay muchas situaciones en las que Dios me ayuda, me da fuerzas.” Esto afirma Ayrton Senna, bicampeón del mundo de fórmula 1. Senna dice: “Para mí es muy importante estar en paz conmigo mismo, y la forma de encontrar este equilibrio pasa por la fe en Dios.”
El periodista E. Pérez de Rozas pregunta al campeón: “¿Qué le pide a Dios cuando le reza antes de que se encienda el semáforo verde, antes de la salida de un gran premio de fórmula 1?” Ayrton Senna responde: “Rezar en estos instantes me ayuda, me relaja, me da confianza”.
En los momentos decisivos, en las horas de dificultad es bueno siempre rezar. Leonard Cohen, escritor, compositor y cantante afirma:
- “Si me siento perezoso mentalmente, procuro meditar”.
- “Si me siento perdido, rezo”.
La oración nos ayuda a reponer fuerzas para seguir adelante, a encontrar consuelo para las tristezas, a hallar la paz, a experimentar a Dios como padre.
El Pastor de Hermas, siglo II, decía: “Pídele sin titubear y conocerás que su gran misericordia no te abandona, sino que dará cumplimiento a la petición de tu alma”.
San Agustín escribe: “¿Por qué rezamos? ¿Por qué tenemos una necesidad? Sí, por supuesto. Pero, ¿no hay una razón más profunda? El deseo de rezar, ¿no será ese profundo anhelo interior que sentimos como hijos de Dios?” “Señor, nos hiciste para ti y nuestro corazón andará inquieto hasta que descanse en ti.” El salmo 33, 6, dice: “Levanten la mirada hacia Dios. Él los llenará de luz”.
Desde la soledad, desde la noche y el silencio es bueno gritar al Señor, desahogarse, presentarle la angustia. Y en esos momentos pedir serenidad, paciencia, valor y fuerzas.
Necesitamos orar en todo momento, en toda ocasión. No debemos desperdiciar cualquier oportunidad para hacerlo. Un padre del desierto, del siglo V, enseñaba: “El que pierde oro o plata puede recuperarlo. Pero el que desaprovecha una ocasión, no la volverá a encontrar”.
Algunas personas para orar se aíslan del mundo, se quitan el reloj. Otro, por el contrario, tienen muy presente al mundo y no pueden prescindir del reloj. Cuando Rabí Elimélej decía la Oración de Santificación del shabat, de vez en cuando sacaba su reloj y lo miraba. Pues en esa hora su alma amenazaba con disolverse en bienaventuranza, de modo que él miraba su reloj para afirmarse en el tiempo y en el mundo.
Se dice que cuatro cosas que jamás podremos recuperar: una palabra pronunciada, un puñado de polvo tirado al viento, la vida pasada y la oportunidad perdida. San Juan de la Cruz, dejó escrita esta bella imagen: “El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano, que no volverá a recobrar”.
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