DIVERTIRSE HACIENDO EL BIEN
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Un empresario ha comprado una isla paradisíaca al sur de Australia, para ponerla a disposición de sus empleados como forma de premiar su trabajo y agradecerles los buenos resultados obtenidos el año pasado. «La isla será un buen sitio para su retiro y para que se conozcan mejor fuera del entorno del trabajo», ha dicho Richard Branson.
A los ocho años no sabía leer y escribir. Con doce era incapaz de hacer operaciones aritméticas. "Si la vida dependiera de los test de inteligencia, yo no habría llegado muy lejos", suele decir. Hoy es el paradigma de los nuevos emprendedores británicos. Empezó publicando un magazine para hippies, hace treinta y cinco años. Todos sus negocios los comienza a partir de clientes mal atendidos por otras empresas. Su lema es: “¡Venga, vamos a divertirnos!”.
Además de divertirse y divertir quiere ayudar a los otros. Ahora quiere gestionar las loterías británicas y destinar los beneficios a obras de caridad.
Hay otras personas que dan, no desde la abundancia, sino desde la escasez. La historia de la viuda de Sarepta (1R 17,7-24) es un ejemplo de caridad, es una historia que ilustra la paradoja de la vocación cristiana de dar de lo que no se tiene, dar acogida a partir del propio desamparo. Ella es una mujer pobre que vive del trabajo. Esta mujer viuda y trabajadora es llamada a dar de beber y de comer al que está sin sustento (1 R17,10). Ella que ya se está quedando sin harina (1R 17,12) se encuentra con un desconocido que le pide un poco de agua y de pan. La viuda, sola con su dolor y su miseria, se dispone a preparar el pan que se le pide.
En Sarepta se anticipa esta enseñanza; en Elías, en el indigente, es Dios quien golpea a la puerta del corazón. Un Dios mendigo, que pide pan y trabajo. Este Dios vestido de pobre para enriquecernos con su pobreza (2Cor. 8,9). Que clama desde el corazón de los sin techo, sin tierra, sin trabajo, para que los ricos repartan sus bienes y los pobres den, también, desde su pobreza.
La realidad de pobreza sigue golpeando, los pobres siguen llamando a las diferentes puertas. Un día Paoli, uno de los grandes contemplativos de esta hora de América Latina, se hizo está pregunta: “¿Qué es aquí la oración?”. Y el “aquí” era un barrio de setenta mil negros en Cartagena de Indias, frente al puerto, tumbado en la hamaca, en plena noche, con música de cumbia y bambuco por fondo, filas interminables de buscadores de agua, y aquellos niños desnudos con hambre de pan y cariño: “¿Qué es la oración aquí, en América Latina, sin tiempo ni espacio?”.
Jesús pide a la Samaritana que le dé de beber ( Jn. 4,7). Jesús sigue pidiendo de comer y de beber y sigue llamando benditos a todos aquellos que le atienden y escuchan sus palabras: el tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era extranjero y me acogieron... (Mt. 25,35).
Hay que vivir y dar vida. La historia ha tenido grandes soñadores.
También cuentan los pequeños, los que con su vida purifican el aire de odio, rencor, violencia, los que engendran vida.... El éxito en la vida, pienso yo, está en vivir, en echarle ganas, en robar horas y segundos a la muerte.
Cada cosa tiene su belleza, tiene su alma. La vida es un tesoro que hay que sorberlo en cada momento, que hay que compartido. La vida es saber disfrutar y compartir el cariño inmenso que nos rodea, cuando estamos en familia, en el trabajo, en el campo, cuando sopla el viento y acaricia la lluvia. La vida es un eterno aprendizaje del amor.
“Hay que vivir en el aquí y en el ahora, pues “algunos están dispuestos a cualquier cosa, menos a vivir aquí y ahora” (John Lennon). Cada día hay que empezar a vivirlo como si fuese el primero y el último. Vivir es vibrar y sentir, es amar y gozar, es llorar y reír, es morir y soñar.
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