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A) En esta tarde de un Domingo del cálido 22 de Junio (cálido al menos en España...), voy a contaros un suceso muy impresionante:
Puerta con puerta a mi piso, vivía una viuda de 83 años. Y su hija vivía en el edificio de al lado. Un día, a hora muy temprana, llamó a nuestro piso su hija diciéndonos que no podía abrir la puerta del piso de su madre, y que se le oía suspirar de un modo muy raro. Es que todos los días la hija de mi vecina, antes de ir a su trabajo (esa mañana iba a presidir un Tribunal de Oposiciones), miraba la ventana de su madre. Ese día le extrañó que la persiana estuviera bajada…
Fuimos corriendo mi hermana y yo, y realmente no había manera humana de abrir el piso. Y eso que Dios nos ha dotado, tanto a mi hermana como a mí, de una gran fuerza física. De repente dije yo: “ya tengo la solución”, y a toda velocidad pasé a mi piso. Al cabo de menos de un minuto volví muy decidida, y abrí la puerta de un tirón. En ese mismo instante me preguntó la hija de mi vecina: ¿cómo lo has hecho, si no has traído ninguna herramienta? Y yo le dije: “ya te lo diré”.
Fuimos a toda velocidad a ver a su madre, y estaba tendida en el suelo, en medio del pasillo, inconsciente, y con una herida muy grande junto al ojo. La mitad de la cara la tenía morada y con sangre. Daba horror… Mientras venía la ambulancia (que llegó al instante porque mi vecina y yo tenemos la suerte de vivir rodeadas de clínicas), su hija volvió a preguntarme cómo había abierto la puerta. Como yo estaba en el suelo en una postura incómoda, levantando una chispa la cabeza de su madre, volví a decirle que en otro momento se lo diría.
Al día siguiente por la mañana me llamó por teléfono su hija (precisamente íbamos a llamarle nosotros para preguntar por su madre) diciéndonos que su madre se cayó al ir al lavabo a media noche, y que había estado cuatro horas tendida en el suelo. Los médicos dijeron que si hubiera estado herida una chispa más, se hubiera muerto seguro. A continuación me dijo que tanto ella como su marido y sus hijos estaban muy intrigados en saber cómo había abierto yo en un instante la puerta, y sin traer en mis manos herramientas, ni objeto alguno. Yo le dije que había ido a mi piso a encender dos velas a la Virgen. Debió de quedarse helada porque se quedó callada unos instantes. Y aún hoy en día (de este hecho han pasado muchos años) me la encuentro por la calle, y a veces me lo recuerda muy emocionada…
Puedo deciros que nunca me han fallado las velas a la Virgen. Ahora hace 44 años que las llevo encendiendo al rezar cada día el Rosario con mi familia (con anterioridad no teníamos en mi casa la costumbre de encenderlas), y también cuando pido por alguna intención. Por tanto, volví al piso de su madre con la total seguridad de que iba a abrir la puerta. Eso sí, no pude explicarle a la hija de mi vecina cómo la abrí, pues ni yo sabía cómo la había abierto. A vosotros os digo que personalmente pienso que me la debió de abrir la Virgen, o el Ángel de la Guarda, o alguien del Cielo, pues nunca he podido recordar lo que hice. No se podía abrir con la llave que llevaba su hija porque a su madre se le ocurrió ese día echar un grande y fuerte pasador por dentro…
Esa vecina anciana estuvo siete meses en el Hospital. A continuación se la llevó su hija a vivir con ella, con su marido y con sus hijos. Y vivió bastantes años más. Recuerdo que todos los días tomaba el sol sentada en un banco del parque que está junto a mi casa, y a veces me acercaba a charlar un poco con ella. Como les ocurre a todos los ancianos, siempre disfrutaba mucho contándonos cosas de su vida y de su familia... Ahora está ya con Dios. Era muy buena cristiana. Siempre rezo por ella, y también por su marido, que falleció bastante joven. Bueno, y por su hijo y su nuera, que fallecieron muy jóvenes en Dallas (donde mataron a Kennedy) pues vivían allí.
¿Verdad que este relato, como os he escrito al principio, es impresionante...?
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B) He pensado que podría ser bonito compartir hoy una historia con vosotros. He dudado mucho en poner que ese Sacerdote es mi hermano. Pero al final me he decidido a no ocultarlo, pues me ha hecho ilusión que lo sepáis. En su Parroquia, de la que él es Rector, además de rusos, han llegado a vivir cuarenta musulmanes subsaharianos durante un mes, y veintitantos de ellos volvieron después durante un tiempo más. También han vivido peruanos, ecuatorianos, bolivianos, colombianos, etcéteraaaaaaaa.
Se trata de un artículo que salió hace cinco años en uno de los periódicos más importantes de España sobre lo que hace mi hermano Sacerdote con mucha gente necesitada. Por discreción no pongo de qué periódico se trata, ni el título del artículo, ni la fecha. Y también por discreción he borrado el nombre y el apellido de mi hermano, y en su lugar he puesto: "X X". Y asimismo he borrado el nombre del barrio de Barcelona, y el de la Parroquia. Y también la región de Rusia de donde proviene esa familia rusa. En su lugar, pongo a todo ello una “X”… Tampoco saco la foto en color en la que sale mi hermano, en el altar de su Parroquia, sonriendo a unos niños (es que una vez al mes le gusta celebrar la Misa con todos los niños, rodeando el altar). En fin, que transcribo escuetamente el contenido del artículo, que es lo que realmente importa. Y os lo pongo en letras rojas para que lo diferenciéis bien:
No les dio tiempo de nada. De nada. Tan sólo de coger una maleta, empacar lo que tenían a mano y huir muy lejos. Dejaron la Rusia de Putin porque en los últimos años se volvió insoportable aguantar la persecución contra aquellos que no son eslavos. Víctor es un joven de 30 años, ruso y judío, quien a raíz de la caída del comunismo constató el resurgimiento de xenofobia en la ex Unión Soviética.
Durante su estancia de dos años en la Universidad cuando estudiaba Derecho, tuvo que acostumbrarse a la presencia de policías infiltrados que amedrentaban a jóvenes con rasgos étnicos diferentes. Hubo asesinatos y desapariciones perpetrados por grupos neofascistas; entonces abandonó la escuela y se mudó de ciudad, pero a donde iba le señalaban y lo detenían, a pesar de ser ruso, para pedirle documentos. Un día lo aprehendieron y torturaron por su apariencia física. "Me tuvieron dos días encarcelado torturándome y mi hermano dio mucho dinero para que un médico certificara que como consecuencia de los golpes necesitaba ir urgentemente a un hospital, y cuando estuve en la clínica me pude escapar".
Permaneció escondido en casas de amigos hasta que pudo huir del país en 2001, y después de peregrinar algunos años por Europa, se reunió con Olga y Alina, su esposa y su hija. Finalmente, llegaron a Barcelona hace más de un año en calidad de refugiados. Les encontré un domingo cuando Olga cortaba las patatas frente al paisaje de la ciudad que se descubre desde la terraza de su nuevo hogar en el barrio de "X" (Barcelona), nada parecido a la región de "X"(Rusia), a la que ella pertenece. Se trata de la parroquia de "X" (Barcelona), a cargo del sacerdote "X X ", quien los recibió sin preguntar mucho y los instaló en el piso anexo al templo, que desde hace varios años se ha convertido en guarida de necesitados.
El presbítero "X X" es un sacerdote poco convencional, es profesor de Derecho en la Universidad de Barcelona, bromista y dicharachero, no le importa saltarse los formalismos para socorrer a los marginados, a veces usa palabrotas cuando denuncia la injusticia y respeta que sus huéspedes no asistan a misa, pues "en la parroquia han vivido africanos musulmanes, latinoamericanos de la Iglesia adventista, judíos, ortodoxos y mucha gente de otras religiones que buscaban un techo donde dormir. ¡Creo que yo soy el único católico aquí!", dice con una carcajada y explica: "Mira, este piso es un lujo y prefiero cederlo a estas familias que llegan tan apuradas. Yo duermo en aquella habitación pequeña que ves por allá".
Olga continúa preparando las remolachas y cuenta que, a pesar de ser eslava, en Rusia la insultaban por estar casada con un judío: "Antes no me daba cuenta de la xenofobia que existe en mi país porque sólo me juntaba con rusos eslavos, y desde que me casé con Víctor, me llamaban en la calle prostituta y a él le gritaban insultos horribles que no existen en castellano. Lo acompañaba a todas partes porque tenía miedo de que le hicieran algo", recuerda.
Olga es campeona de atletismo en "X" (región de Rusia), y quizá por eso, la vida le parece también una competición. Trabaja como camarera en un hotel y su meta es terminar los estudios de Derecho que una vez empezó. Víctor se gana la vida como lampista, y si hubiera permanecido en su país, sería abogado, o tal vez formaría parte de la abultada cifra que registra Amnistía Internacional de asesinatos, que se producen anualmente por motivos raciales en Rusia, donde actualmente operan más de 150 grupos extremistas.
Las últimas medidas persecutorias de inmigrantes aprobadas en Europa, les recuerdan los momentos que ya vivieron, cuando, bajo una crisis económica, gobiernos y sociedad se lanzan a la caza de supuestos culpables: "Vivíamos mejor bajo el comunismo, después empezaron los problemas porque había que buscar culpables, y ésos éramos nosotros, los que somos diferentes".
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C) Voy a contaros algo: la señora de la limpieza de mi casa es una mujer casi analfabeta, no practicante, pero buena como ella sola. Lleva trabajando con nosotros desde que era muy joven. Nos quiere mucho, y nosotros a ella.
Este episodio ocurrió hace exactamente seis años. Su marido, diabético insulinodependiente (de los que se pinchan), tenía entonces 64 años. Llevaba ocho meses devolviendo la comida o la cena (y a veces las dos cosas) TODOS los días, y con fuertes dolores de estómago noche y día. En una ocasión llegó a estar ¡¡¡ a 18 de azúcar !!! Quien de vosotros entienda algo de diabetes sabrá que eso es la muerte. Incluso los médicos dijeron que nunca habían visto a nadie vivo con 18 de azúcar… Adelgazó 25 kilos. Su mujer se quedó también en los huesos y muy demacrada, pues a causa de los dolores de su marido, en todos esos meses ella no podía dormir. Un día y otro, la ambulancia no paraba de llevarle al Hospital. Los médicos decían que todo apuntaba a cáncer de estómago pero, después de muchísimas pruebas, no se le acababa de encontrar nada.
Comencé a intentar que recibiera la Unción de Enfermos, pero mis gestiones fueron inútiles. Este hombre no quería saber absolutamente nada ni de curas ni de iglesias. Ni sus tres hijos tampoco.
Pues bien, en veinte días una hermana mía y yo hicimos dos peregrinaciones a Lourdes (una de ellas cuando fue el Papa por el 150º Aniversario de las Apariciones), y trajimos a ese señor Agua de Lourdes. Pero le explicamos muy bien que él tenía que querer que la Virgen le curara. Como desde hacía tiempo, y por lo muy mal que se encontraba, ya sólo quería morirse, accedió a beberla. ¡¡ No devolvió la comida ni la cena ni una sola vez más, ni volvió a tener ni un solo dolor de estómago, ni ningún otro dolor de nada !!
A los quince días de beber el Agua de Lourdes ya hacía la vida normal, incluso conducía su coche. Tanto él como su familia se pusieron como locos de contentos. Desde el primer momento en que después de tantísimo tiempo se encontró bien, estuvo convencido de que la Virgen de Lourdes era quien le había curado, y así se lo explicaba a los médicos del Hospital que le estuvieron atendiendo durante todos esos meses, y que no entendían para nada cómo se había curado por completo. Ellos mismos decían que eso era un milagro.
Este señor y su familia quedaron tan agradecidos que nos invitaron a toda mi familia a comer a su casa de campo, y al cabo de unos días se fue el matrimonio de peregrinación a Lourdes para agradecer a la Virgen el impresionante favor que le había hecho.
Han pasado seis años, y el marido de esa señora, tan querida por mi familia, se encuentra fenomenal.
Me ha hecho mucha ilusión compartir hoy este bonito episodio con vosotros. Mañana vendrá su mujer a mi casa. Le comentaré que os lo he escrito. Seguro que le encantará...
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