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En uno de los foros católicos en los que participo, conocí hace muchos años a un forista que en general veía la vida como la veo yo. Además, es un hombre muy piadoso. Fue compañero de colegio de varios de mis hermanos. Guardo con él una profunda y entrañable amistad.
La hija de mi amigo, María, hacía mucho tiempo que psicológicamente estaba mal. Mi amigo se esforzó mucho por informarse acerca de cuáles eran los mejores especialistas en España para tratar la enfermedad de su hija, que es de las catalogadas como "enfermedades raras". Y los encontró en Barcelona. Periódicamente, y muy a menudo, venían él y su hija para que ésta recibiera el tratamiento adecuado.
El 19 de Diciembre pasado (en vísperas de Navidad...) me envió un SMS diciéndome que su hija se acababa de quitar la vida, y que ahora estaba ya con Dios. Me ponía cosas muy bonitas, dignas de una persona muy cristiana, como es él. Aún conservo ese tremendo y profundo mensaje en el móvil...
Me envía e-mails y SMS tan llenos de carga espiritual que con mucha frecuencia me sirven de meditación.
Hoy, Domingo 8 de Junio, Festividad del Espíritu Santo, me ha enviado un SMS muy especial, que se me acaba de ocurrir compartirlo con vosotros. Os lo transcribo con total exactitud (lo pongo en letras rojas):
"María, cariño, en este día de tu 25 cumpleaños, me acuerdo mucho de ti. No sabes cuánto.
Guárdanos un sitio en el Cielo. Sigue pidiendo sin parar por nosotros. Dale la lata al Jefe. Y toca para Él tus maravillosas canciones al piano. Has llegado a tu destino final y a tu plenitud más absoluta. Sé que para ti no existe ya el concepto tiempo.Sé que tus ojos nos miran con una perspectiva diferente. Sé que desde tu dimensión nos dirías muchas cosas que no podemos oír más que desde el corazón. Pero síguenos hablándonos así.
En breve nos volveremos a ver y disfrutaremos juntos dando gracias a Dios toda la eternidad por tanto Amor y Misericordia que tiene con nosotros. Hoy puedo decirte que, mirando hacia atrás, puedo descubrir la humildad que tuviste cuando estabas entre nosotros. Nunca te creíste ser más o mejor que nadie. Compartiste tu alegría y tu tiempo con los que viste más necesitados. Callaste continuamente tus sufrimientos para no hacernos sentirnos mal, y tu despedida tan honesta, sin victimismos, dándonos las gracias y ánimo a todos.
Recuerdo los múltiples besos que me dabas, sin mediar palabra, en nuestros viajes a Barcelona. Y las veces que venías a casa sólo para pedirme abrazos y besos. Y también, por estar malita, tus últimas palabras minutos antes de dejarnos: "Papá, necesito irme ya".
Hijita mía, te quiero profundamente. Perdóname tú a mí tantas cosas que no hice bien. TÚ YA VIVES EN EL AMOR."
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