JUDAS ISCARIOTE INSTRUMENTO DE LA REDENCIÓN

JUDAS ISCARIOTE,
INSTRUMENTO DE LA REDENCIÓN

La figura de Judas, en el Nuevo Testamento, suele hacernos olvidar que fue uno de los Doce elegidos por Jesús para fundar su Iglesia en la tierra (Lc 6:12-16). Su nombre, cuando se menciona en los Evangelios, siempre va ligado a la traición y ha pasado a ser sinónimo de ésta. El mismo Jesús tiene palabras muy duras para el que lo vendería a los sacerdotes judíos: “¡Pobre de aquél que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido!” (Lc 26: 24; Mc 14: 21).

Judas, al igual que Simón, Andrés, Santiago, Juan y los otros discípulos, fue predestinado por el Señor desde toda la eternidad para ser uno de los Doce, para ser uno de los pilares de la iglesia primitiva. Sin duda, Dios sabía que lo iba a traicionar, pero aun así lo eligió para darle oportunidad de ejercer su libre decisión, porque el Señor respeta la libertad del hombre. El Padre había dispuesto desde siempre el sacrificio de su Hijo Unigénito para redimir al hombre caído en los albores de la creación. Por lo tanto, alguien tenía que ser el instrumento para que el sacrificio se consumara. Por uno de esos misteriosos designios de Dios le tocó a Judas ser el elegido, pero Dios no intervino en la fatídica decisión, sino que fue el propio Judas el que optó, libremente, por entregar a su Maestro por treinta monedas de plata (Mt 26: 14-16), que era el precio que se pagaba por un esclavo. Satanás había entrado en Judas (Lc 21: 3).

Dice el relato de San Mateo que cuando Judas se enteró que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes judíos (Mt 27: 3). Reconoció tardíamente el pecado de haber entregado a un inocente y quiso deshacer el trato. Pero era demasiado tarde. Entonces, víctima de la desesperación, tiró las monedas en el Templo y corrió a ahorcarse (Ibíd. 5).

El juicio de los hombres ha sido severo para Judas Iscariote. Pero se pasa por alto que su acción se inscribe dentro del plan de la redención: era preciso que el Maestro fuera entregado a sus verdugos para ser crucificado a fin de expiar los pecados del género humano, y que el elegido, el instrumento, fue Judas. ¿Quiere esto decir que fue excluido de la salvación? Sólo Dios tiene la respuesta, pero sabemos que la sangre del Cordero se derramó por todos los hombres, Judas incluido, y que la misericordia de Dios es infinita. Judas reconoció su pecado y se arrepintió, condición indispensable para alcanzar el perdón de Dios. Sin duda la magnitud de su pecado lo hizo caer en la desesperación, y la falta de fe lo condujo al suicidio, pero sólo Dios sabe si en el instante supremo invocó la clemencia divina.

Y nosotros ¿somos acaso mejores que Judas? Éste cayó una vez a causa de su ambición. ¿Cuántas veces hemos traicionado a Cristo por menos de treinta monedas? ¿Cuántas veces le hemos sido infieles, le hemos dado la espalda, lo hemos negado? ¿Cuántas veces lo desconocemos o pretendemos no verlo en el pobre, el enfermo, el desvalido, el anciano, el abandonado, el humillado? Meditemos un poco antes de emitir un juicio contra Judas. Nos podríamos estar auto condenando por no ver las enormes vigas que tenemos delante nuestros ojos.

Silvio Avilez Gallo