Su Reino no tendrá fin
Fuente: Catholic.net
Autor: Catholic.net
Nuestra época presume orgullosa de grandes logros y progresos en todos los campos. Hoy, por ejemplo, a muchos se les llena la boca al hablar de apertura a la democracia; de libertad de expresión, de creencia o de culto. Pero en numerosos lugares del globo terráqueo todo eso no son más que palabras huecas. Sigue habiendo países bajo un régimen abierta o veladamente totalitario. En muchas partes se asfixia y apaga toda voz en disonancia con la ideología de los que en el poder, monopolizan y controlan los medios de comunicación. Continúa brillando por su ausencia en algunas naciones el respeto a los derechos humanos y la posibilidad de vivir abiertamente la propia fe religiosa.
Todavía en nuestros días hay gente que parece tener alergia a todo lo que hace referencia al cristianismo. Sí, aún hoy los hay que quieren cancelar a Cristo de la faz de la tierra como desde hace más de 2000 años se ha venido intentando. Pero hasta ahora, desde el tirano Herodes hasta el último que hoy se dice enemigo de Cristo, nadie lo ha conseguido. Y nadie lo conseguirá. La Iglesia ha enterrado uno a uno a todos sus enemigos, mientras ella se mantiene viva. Y continuará viva viendo morir a todos los que deseen y busquen verla muerta.
La misma historia confirma a los cristianos que el Reino de Cristo no tendrá fin.
Sin embargo, no olvidemos que el Reino de Cristo empieza y está dentro de nosotros. Cada cristiano, dentro de la Iglesia, debe serlo de verdad, para que ella también lo sea.
Porque me temo que muchos cristianos actuales, consciente o inconscientemente, ya se han dejado arrancar a Cristo del alma y de su entorno familiar y social. Muchos ya han cedido, o están por ceder, las fronteras del Reino de Cristo en su propia vida, ante los enemigos de su fe.
Hace falta, por tanto, que cada uno resista sus embestidas y defienda con arrojo el tesoro de su fe cristiana y católica ante los asaltos directos o sutiles de los adversarios de Cristo y de su Iglesia. Pero para ello se ha de comenzar conociendo esa fe para poder hacerla propia y amarla hasta tal punto de dar la propia vida -si fuera necesario- por ella.
No hay por que temer ni a nada ni a nadie. Tenemos garantías más que de sobra para confiar en la victoria de Cristo también en lo que a nuestra vida personal se refiere. Cristo está vivo. Cristo ha vencido a la muerte y al mal. Cristo ha vencido al mundo y al pecado. Cristo estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Y por todo eso su Reino no tendrá fin.