Traducción de "Jesús en su tiempo "(Jesús en son temps)
de Daniel Rops.
Librería Artheme Fayard.1951
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LA CRUCIFIXION. p.554-
El cortejo pasó la puerta de Efraín y, en algunos pasos, llegó al cerro del Cráneo. Los verdugos empezaron a actuar. La mayoría de los pintores quienes han tomado por tema el episodio mismo de la crucifixión han escogido ordinariamente entre dos representaciones: a veces, lo mas a menudo (por ejemplo Fra Angélico en el convento de San Marcos, en Florencia) Cristo es subido sobre la cruz ya plantada en el Suelo, a veces ( por ejemplo en el gran Felipe de Champaña, en Tolosa) la cruz está extendida en el suelo y Jesús está puesto y clavado en ella. Parece que la verdadera crucifixión no pasó ni en una ni en otra de aquellos métodos. Se empezaba por clavar las manos del condenado a la pequeña viga, la misma que había tenido que cargar; entonces por un sistema de aparejo o una simple cuerda, se subía la viga y su bulto sobre la estaca vertical la cual, lo hemos visto, quedaba en el lugar del suplicio. La posición correcta de la cruz estaba alcanzada cuando el zócalo de apoyo se insertaba entre los muslos de la víctima y sostenía el cuerpo. Mgr Ricciotti ha observado muy pertinazmente que expresiones de autores romanos como "ascendere crucem, inequitare crucem " (escalar,'montar' la cruz) no se explican sino por éste procedimiento, y, Firmicus Maternus, teólogo del IV siglo, escribiendo "crudeliter in crucem erigitur ", expresaba una verdad evidente, porque ésa erección de la viga transversal a la cual colgaba el ajusticiado debía ser ya muy singularmente dolorosa.
Antes de proceder a la ejecución, presentan a Jesús vino mezclado con mirra (Marcos XV,23). La costumbre era antigua en Israel: "Den licores fuertes a quién va a morir ", decía un Proverbio (31,6) el cual habla de vino y de cerveza, costumbre que se observa todavía en el ceremonial francés el cual hace ofrecer un vaso de ron al hombre que va a ser guillotinado. Se trata seguramente de una bebida más o menos hipnótica. Según el Talmud, existía en Jerusalén una clase de cofradía de mujeres ricas las cuales, por humanidad, ofrecían ellas mismas ésta droga a los condenados. Aquella interpretación, en todo caso, parece más verosímil que la del evangelio de San Mateo quién, confundiendo "mora", mirra con
"merora", hiel, ha hablado de 'vino mezclado de hiel' sin duda por alusión al Salmo 69,22 "Han mezclado hiel a mi comida y es con vinagre que me han abrevado ". En todo caso, precisos y significativos, los textos evangélicos observan que Jesús se negó a beber: la muerte que aceptaba era de aquellas con las cuales no se puede hacer trampas.
Enseguida, le quitaron su ropa, --los cuatros evangelistas cuentan el hecho (Mateo 27,35; Marcos 15,24; Lucas 23,34; Juan 19,23). Se discute si la desnudez del Hijo de Dios fue completa; tal parece haber sido la opinión de San Ambrosio, de San Agustín, de San Cipriano; los Rabinos de Israel no estaban de acuerdo sobre ésa regla, y si todos querían que la mujer guardara alguna ropa decente, en lo que concernía al varón, los unos estaban a favor del despojo total, los otros querían que estuviera cubierto por delante.
La ropa de los supliciados pertenecía a los verdugos: eran "pannicularia", su propina: Un decreto de Adriano se lo concede de derecho. "Tomaron su ropa, dice San Juan, hicieron cuatro partes, una para cada uno de ellos. Y también su túnica; era una túnica sin costura, de un sólo tejido, desde arriba hasta abajo. Se dijeron pues: -No la rompamos, pero saquémosla por suerte." Así, nota el cuarto evangelio, se cumplía la profecía: " Se han repartido mi ropa; mi vestido, lo han sacado por suerte."(Salmo 22,19). ¿Qué era aquella túnica sin costura, tan preciosa? Litúrgicamente, el Sumo Sacerdote tenía que llevar una igual: Jesús es a la vez sacerdote y víctima del sacrificio. ¿Era regalo de alguna de las piadosas mujeres? ¿O el vestido irrisorio ofrecido por Herodes? (Sin duda, después de la Flagelación, le debían haber puesto otra vez su ropa Ordinaria.) Una simbólica tradicional en el catolicismo ve en ella la imagen de la unidad de la Iglesia, de la cual las herejías y los cismas no pueden romper la trama eterna. Quedaba por hundir los clavos en la carne viva. Esta carnicería atroz aprieta el corazón."Ha sido crucificado " repiten los cristianos cada día, en su Credo. ¿Pero pensarán a la horrorosa realidad de la punta que busca un camino a travez de los músculos, de la sangre que brota por el rasgón, del estremecimiento incoercible del hombre torturado? Las condiciones materiales del suplicio han dado la ocasión de discusiones, en lo que concierne la posición de los clavos en las manos. La tradición la más antigua emplea la palabra 'manos' en un sentido que parece el más usual; la casi totalidad de los artistas han mostrado las llagas en medio de las palmas, y se puede observar que los místicos quienes han recibido los estigmatas (San Francisco de Asís, por ejemplo) los presentan también en el mismo lugar. Pero comentaristas recientes, entre los cuales médicos (1), han sostenido que los clavos no podían haber sido hundidos en las manos propiamente dichas; sus cálculos, sus experiencias tendrían a probar que el cuerpo de un hombre con todo su peso sobre las palmas puede desgarrar los tejidos y que habría que entender 'mano' en su sentido médico, incluyendo el carpo, que une los dedos a la muñeca. Allí se encuentra un conjunto de pequeños huesos duros, completados por un manojo fibroso (1) Aquellos estudios han sido provocados por el hecho que en el lienzo de Turino, las llagas de las manos están situadas en las muñecas. Los partidarios de la autenticidad de aquella pieza han encontrado la ingeniosa interpretación que damos aquí. Ver en particular los trabajos del Doctor Barbet y del Doctor Villandre. Espeso; entre aquellos pequeños huesos, exactamente entre el hueso ganchudo, el gran hueso del carpo -- el medio lunar y el piramidal, existe un espacio vacío, llamado de 'Destot' dónde el clavo hubiera podido insertarse y soportar un esfuerzo de tracción considerable. Aquella interpretación choca sin embargo con una dificultad. Parece seguro, lo hemos visto, que el uso constante de las crucifixiones era de disponer una clase de sostén entre las piernas del condenado, para evitar talvez la ruptura de las manos y para prolongar el suplicio. Si aquel "sedile" ha figurado en la cruz de Jesús, los cálculos conciernentes a la tracción ejercida sobre las manos son vanos; si se admite la derogación a tal uso, habría que probar la ausencia de aquel sostén.
Una observación, sin embargo, debe ser guardada de aquellos trabajos médicos: la inserción del clavo en los tejidos debía lesionar gravemente el nervio mediano, sensitivo y motor, causando dolores intolerables y obligando el pulgar a ponerse en oposición con los otros dedos; las piezas anatómicas sobre las cuales se ha hecho la experiencia muestran todas aquel cerrarse de la mano. Raros han sido los artistas que han representado aquella actitud característica.
En cuanto a los pies, fueron probablemente cruzados el uno sobre el otro (algo lejos del carcañal porque se hubiera necesitado un clavo exageradamente largo y la operación hubiera sido muy difícil), talvez entre el segundo y el tercero metatarsianos.
La tortura empezó. Al principio, por tener todavía fuerzas, el ajusticiado reacciona al calambre tetánico que le tritura el pecho: al precio de desgarramientos horrorosos, trata de levantarse sobre los pies para respirar. Enseguida, poco a poco, su resistencia cede: los brazos distendidos toman su posición oblicua, el cuerpo se hunde, las rodillas hacen un ángulo obtuso contrario a los de las caderas. El andrajo humano dibuja una clase de zigzagueos; y la cabeza, después de haberse bamboleado al hipo de la agonía, acaba por caer sobre el pecho, la barbilla apoyada sobre el esternón.
A veces los verdugos, para apurar el trabajo y ayudar a la muerte, encendían bajo el viento de la cruz un fuego de paja y de hierba de humo acre, o bien, de un golpe de espada sangraban al ajusticiado. No había necesidad de aquellos medios para Cristo. "Mi vida, la doy yo mismo para volver a tomarla, había dicho. Nadie me la quita, pero la ofrezco voluntariamente. Porque tengo el poder de darla y volver a tomarla, según la orden que recibí del Padre "(Juan 10,17,18) Todo aquel ritual atroz, que no se olvide, Jesús lo aceptaba. Con una sola palabra hubiera podido derribar su cruz, verdugos y legionarios y dispersar a los curiosos.
"Lo maltratan, se somete al sufrimiento. Cordero que llevan al matadero, oveja muda frente a los que la trasquilan... " había profetizado Isaías (53). Cuando la cruz fue elevada con su bulto tenía que ser alrededor de mediodía. En el barrio de Bezeta, no lejos del Calvario, debían dar balidos, con gran tristeza, los corderos del sacrificio que los compradores regateaban para la Cena de la Pascua.La sangre del Cordero iba a verterse.