La casa sobre roca
Fuente: Catholic.net
Autor: Estanislao García
Mateo 7, 21-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina. Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.
Reflexión:
En esta vida no falta la filantropía: son miles las actividades que se hacen en el mundo por el bien de nuestro prójimo necesitado. Pero luego llegamos al cielo y Dios nos dice: no te conozco. Imagínate, qué tragedia, la mayor tragedia que podemos tener y en el momento más inoportuno. Y esto ¿por qué? Porque nos hemos olvidado de lo más importante, de Dios. Porque lo hemos rechazado, porque nuestra voluntad, por muy buena que fuese, no era la de Dios.
Está quien va mucho a la Iglesia y reza muchas horas delante de las estatuas, pero al final de la vida Dios tampoco le conoce y ¿Por qué? Porque se ha olvidado de sus hermanos, donde se encuentra Cristo.
Entonces, ¿cuál es la solución? Nos lo dice Cristo en el Evangelio: “Ama a Dios sobre todas las cosa y al prójimo como a ti mismo”. Así de fácil, que para un cristiano se traduce en vivir los sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Confesión, y en cumplir los mandamientos.
Imitemos el ejemplo de María quien sabía rezar y servir. Pues como dice el Evangelio: “María conservaba todo esto en su corazón”; pero al mismo tiempo dice: “María se puso en camino y subió con presteza a la montaña”, para servir a su prima santa Isabel.
Por tanto sirvamos a Dios por la oración y por la caridad a los demás.