Ustedes darán testimonio
Juan 15, 26-16,4. Pascua. Todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe, de amor y de santidad.
Juan 15,26. 16,4.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.
Reflexión
Para oír basta con no estar sordo. Para escuchar hacen falta muchas otras cosas: tener un alma despierta; abrirla para recibir al que, a través de sus palabras, entre en ti; ponerte en la misma longitud de onda que el que está conversando con nosotros; olvidarnos por un momento de nosotros mismos y de nuestros pensamientos para preocuparnos por la persona y los pensamientos del prójimo. ¡Todo un arte!
Este relacionarse, «ser social», es algo propio, natural de todo hombre. "La vida social no es, pues, para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social engrandece al hombre en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación". (Gaudium et Spes, nn. 24-25)
El mensaje que Jesús nos propone hoy retumba fuertemente en el mundo actual. Nos promete que nos enviará al Consolador. Nos dice que daremos testimonio de Él. Y nos previene para que no nos escandalicemos: seremos perseguidos, calumniados, e incluso, muchos morirán en su nombre. Este es el resumen del cristianismo a lo largo de dos milenios.
Un Espíritu que sopla y conforta. Un testimonio único e invaluable de caridad cristiana. Un número incontable de mártires y defensores de la fe. Para un enfermo es la compañía sonriente la mejor de las medicinas. Para un anciano no hay ayuda como un rato de conversación sin prisas y un poco de comprensión. El indigente necesita más nuestro cariño que nuestra limosna. Para el parado es tan necesario sentirse persona trabajando como el sueldo por el trabajo que le pagarán. Y es que la esencia del cristianismo es la caridad. No hay tarea más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia los hombres y hacia las cosas. Sobre todo en un tiempo en que abundan los constructores de barreras.
En un mundo de zanjas ¿qué mejor que dedicarse a la tarea de superarlas? Ser un cristiano auténtico que sabe acoger en su alma al Espíritu Santo. Que da testimonio de Cristo en todo el mundo. Que vive la caridad y acepta el dolor por el bien de la Iglesia y del Reino de Dios.
Todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe, de amor y de santidad. Ojalá que quien se acerque a nosotros se quede marcado para siempre, no por nuestra personalidad o nuestras cualidades, sino porque somos reflejo del amor de Cristo al hombre, a todo hombre. Que se diga de nosotros lo mismo que se decía sobre los primeros cristianos: «¡Mirad, cómo se aman!».