Dios está en la brisa
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
La mañana era tan hermosa, que pedía a gritos festejar el día. Me había dispuesto a celebrarla dedicando un rato de oración al Señor y salí a dar una vuelta por mis alrededores. Llevaba un libro para meditar y un cuaderno para escribir mis pensamientos.
En vano intenté leer un rato, porque mi mente se distraía en mil detalles. Decidí entonces escribir una oración, pero me fallaba la concentración. No podía orar.
Me tumbé debajo de un árbol y me puse a contemplar como el aire acariciaba sus ramas mientras las hojas murmuraban suavemente.
De repente me di cuenta que la oración ya estaba hecha, sólo tenía que aquietar mi ser para descubrirla. El estaba en la brisa.
Lily Naranjo
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Es difícil a veces descubrir a Dios en la sencillez. Creemos que nos necesarios grandes esfuerzos para llegar a El y resulta que así nunca podríamos, por mucho que lo intentáramos. Es El quien se acerca a nosotros en lo cotidiano.
Uno de mis pasajes bíblicos favoritos relata la historia del profeta Elías cuando él esperaba la llegada de Dios. Poéticamente la Biblia nos narra: Sal fuera y permanece en el monte esperando a Yahvé, pues Yahvé va a pasar. Y he aquí que Yahvé pasaba. Hubo un huracán tan violento que hendía los cerros y quebraba las rocas delante de Yahvé. Pero Yahvé no estaba en el huracán. Después hubo un terremoto, pero Yahvé no estaba en el terremoto. Después brilló un rayo, p ero Yahvé no estaba en el rayo. Y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa. Elías al oírlo se tapó la cara con su manto, salió de la cueva y se paro a su entrada” (1Re 19.11-13).
Esperamos que Dios se nos va a manifestar con cosas extraordinarias, con eventos que conmuevan al mundo y sin embargo no nos percatamos que su presencia es tierna y suave como la brisa.
Aunque el aire es invisible, su huella es sumamente evidente. Vemos como la brisa mueve las hojas, sentimos como el viento enreda nuestros cabellos.
El aire es esencial para la vida. NO existe vida sin él y es que dependemos absolutamente de él. Dios quiso que fuera de ese modo. Dios hizo al hombre y sopló su aliento sobre el primer ser humano. No podemos vivir sin aire; no podemos vivir sin Dios. No obstante, rara vez percibimos nuestra propia respiración y algo parecido nos sucede con Dios, lo llevamos dentro, rodea todo el espacio en torno a nosotros, pero no nos damos cuenta.
Tenemos que saber salir de la ¨cueva” donde nos tiene sumidos nuestras distracciones, pararnos para tomar conciencia de los detalles pequeños a nuestro alrededor sin esperar cataclismos.
Creemos que tenemos que orar con grandes discursos y la mejor oración no consiste en hablar nosotros, sino en escuchar la voz de Dios. Escuchar la brisa y notar cuando El pasa.
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