La ruina de Jerusalén
Autor: P. Misael Cisneros | Fuente: Catholic.net
Lucas 21, 20-28. Tiempo Ordinario. Trabajar, cumpliendo la misión que inició Cristo y que nos encomendó a nosotros.
Lucas 21, 20-28
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».
Reflexión
Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la destrucción de Jerusalén: “Serán días de venganza... habrá angustia tremenda, caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones: Jerusalén será pisoteada por los gentiles”.
También aquí san Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén -que probablemente ya había sucedido cuando él escribe- y el del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y del miedo y la ansiedad “ante lo que se le viene encima al mundo”. Pero la perspectiva es optimista. El anuncio no quiere entristecer sino animar: “cuando suceda todo esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.
Nuestra espera, por tanto, es dinámica, activa, comprometida. Tenemos mucho que trabajar para bien de la humanidad, llevando a cabo la misión que inició Cristo y que luego nos encomendó a nosotros. Pero bien nos viene pensar que la meta es la vida, la victoria final, junto al Hijo del Hombre. Meta que nos conducirá a la paz eterna en la gloria de Dios.