El Capellán
Anónimo
Un capellán, cuentan, se aproximó a un herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó: - ¿Quieres que te lea la Biblia?
- Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.
El capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.
- ¿Ahora?, preguntó de nuevo.
- Primero dame de comer, suplicó el herido.
El capellán le dió el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.
- Tengo frío, fue el siguiente clamor, y el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado.
- Ahora sí, le dijo al capellán. Habla de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo, y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.
Hermanos, no se cuantos de nosotros habríamos continuado tratando de ayudar a este terco soldado. Quizá habríamos buscado a otro que "si quisiera" o no le hubiéramos dado mas cosas.
A veces nos preguntamos como acercarnos a Dios, como predicarlo, como darle a conocer y creemos que se ocupan grandes dotes de oratoria, pero la verdad es que nada enseña mas que el testimonio de vida que compartamos para con nustros semejantes.
Predica en este día sin decir una sola palabra. Cuando te acuestes en la noche, te sentirás mejor que si hubieras predicado delante de 10,000 personas.
Tu amigo y hermano