Mi amigo ateo.
Entre mis amigos ateos, el acuerdo es total y absoluto: "no hay". Creer que haya es una estupidez. Los argumentos son variados, a veces a base de lo que dijeron otros como algunos filósofos o políticos ( Voltaire, Marx ). Dónde está, ese Dios (comentario del cosmonauta soviético que no lo veía en el cielo). ¿Porque "el mal"? (inocentes sufriendo y un supuesto Dios permitiendo). Es una realidad que no se puede demostrar (gentes de "ciencia"). No hay Dios, punto final. Me parece evidente, conociendo la mayoría de los argumentos, que mi amigo ateo entiende que el "dios" en quién supone él que creo, tiene que ser localizable, que se puede examinar con una lupa, que es un monstruo de crueldad, que es una invención imposible para bobos. Le doy toda la razón: un dios así no existe y no puede existir. Al escuchar a mi amigo ateo, percibo que hablamos de realidades bien distintas, que estamos en distintos niveles; que a él, no le falta generosidad en sus modos de vida, por lo general, pero que el diálogo será de sordos. Me he encontrado con algunos que llegan a ser sarcásticos y hasta groseros.
Mi amigo "creyente".
A veces me decepciona: me dice de la fe cosas que no cuadran con mis experiencia de fe o con la reflexión de grupos religiosos (teología). Te puede a veces hablar de talismanes (medallas, Biblia) de modo que se acerca a lo ridículo. Hace pasar por fe cristiana lo que no es. Prefiero en éste caso la sinceridad del ateo. Entre estos tipos de "creyentes" está un tipo de "evangélico" que te impone textos bíblicos mal entendidos y que usa argumentos de autoridad hasta a veces enviarte al "infierno". En éste caso, me quedo con malestar y me doy cuenta que el diálogo inteligente será más que difícil.
Mi fe.
Mientras que la fe que tengo es como una iluminación interior que a veces siento incomunicable. Para mí, es evidencia. Claro que he reflexionado sobre aquella fe y que tengo una percepción razonable de ella. La logro compartir con otros que han hecho el mismo modo de experiencias religiosas y, curioso, llegamos a comprendernos a la perfección. El Dios en quién creo no es aquel muñequito ridículo que me atribuyen los amigos ateos, pero un Ser "totalmente diferente", encima de mis conceptos, origen de la moral y Ser amoroso, solidario, generoso, compasivo que lejos de mirar de arriba la historia humana se ha metido en ella de siglo en siglo, de momento en momento. Se vive Su presencia, se ven sus acciones en la vida de uno y de la humanidad. Los demás que me entienden comparten cosas semejantes sin que lo hayamos "preparado". Comprendo que no todos compartirán pero siguiendo la apuesta de Pascal: si hay Dios, gano la apuesta y si no hay, la gano de todo modo, porque mi vida habrá tenido un sentido y me habrá hecho vivir un amor en acción con realidades concretas que están a la vista.
El hecho vivencial de la moral.
Que seas amigo ateo o creyente, tienes una conciencia que te obliga a pronunciarte calificando lo que haces en "bien o mal". No se puede escapar a ese juicio aunque te llames Nietzche, el filósofo. Claro que habrá casos que lo que es mal para uno será juzgado bien para otro. Pero de ser obligado a pronunciarse es algo que nadie puede evitar. Un amigo ateo reconocía que la moral que él seguía era de inspiración cristiana. No creo que los ateos tengan una base para determinar una moral aceptable por otros. El ateo dirá: soy yo él que determinará lo que está bien o lo que está mal. Será una moral bien de él y sólo de él. El creyente dirá: Es Dios quién nos dice lo que es la ley moral. Para él, el reto de la moral sería un argumento fuerte en favor de la existencia de Dios.
Nos quedaría, en éste punto de la moral, explicar los distintos grados de moral que existen, desde la moral natural o filosófica hasta la moral teológica. Eso será para otra ocasión.