No espere hasta mañana
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Nunca deje para mañana lo que puede hacer hoy. Este consejo de Benjamín Franklin lo hemos escuchado tantas veces, de los papás, los maestros y de tanta gente. Sin embargo, a pesar de que reconocemos la gran verdad de este principio, por lo general manejamos nuestra vida como si las palabras se transpusieran y más bien se quisiera decir "nunca hagas hoy lo que puedas dejar para mañana".
Desafortunadamente no hay un mañana. El mañana solo puede encontrarse en el calendario de los tontos, como dice Og Mandino. Para ellos mañana es el día en que iniciarán la jornada hacia el éxito y la felicidad: mañana se reformarán, trabajarán más arduamente, cambiarán sus hábitos, recuperarán las amistades perdidas, saldarán viejas deudas y harán una solicitud para un mejor empleo. Pero el mañana jamás llega.
Incontables vidas que ofrecían tantas promesas se han desperdiciado en esa inútil postergación. El niño piensa que actuará cuando sea más grande; el niño más grande cuando sea un joven; el joven cuando sea un adulto; el adulto cuando se case y el casado cuando se jubile. Cuando llega el momento de la jubilación, vuelve la mirada atrás sobre el camino recorrido y se da cuenta de que perdió muchas oportunidades y enterró muchas ilusiones. La felicidad y el éxito son absolutamente incompatibles con la postergación y el dejarlo todo para mañana. Hay que curarse de este mal hábito.
Ahora bien, si usted es una persona que deja todo para mañana, es como la mayoría de la gente. Si se trata de un asunto grave o importante, difícilmente transcurrirá un día sin pensar que debería resolverlo, pero lo deja para más tarde. En este momento quizás se encuentre posponiendo un buen número de tareas que quisiera desempeñar pero por alguna razón sigue dejando sin hacer. Pero es posible que usted decida que ya no va a seguir viviendo con la ansiedad que acompaña a esa forma de vida.
La postergación es algo muy difícil de curar si no está realmente determinado a hacerlo. De hecho, son muy pocas las personas que pueden decir con absoluta honestidad que no son morosas en este sentido. A pesar del hecho de que el dejar todo para mañana es una actitud nociva, en realidad es un escape para no vivir en toda su plenitud el momento presente.
Sabía usted que el aburrimiento es un efecto de la postergación. La vida en sí no es aburrida, pero ciertas personas eligen el aburrimiento y esto conlleva la incapacidad de emplear el momento presente en una forma personalmente satisfactoria. Cuando una persona deja las cosas para después, emplea sus momentos presentes en no hacer nada. El no hacer nada lleva al aburrimiento.
Todos los deseos y las esperanzas que no se cumplen en la realidad con una acción concreta son una pérdida de tiempo y constituyen el desatino de aquellas personas que viven en el país de la fantasía. Ninguno de esos deseos y esperanzas llegará jamás a realizarse si no hay en verdad una acción decidida, pero ya, en este momento. Estas convenientes frases son simplemente el escape de muchas personas y les impide emprender las tareas que deben tener la suficiente importancia como para encontrarse en su lista de actividades de la vida. Usted puede hacer cualquier cosa que mentalmente haya decidido llevar a cabo porque Dios lo hizo fuerte, capaz y de ninguna manera frágil. Pero al dejar las cosas para algún momento futuro está cediendo a la evasión, a la duda de sí mismo y al autoengaño. Dejar las cosas para después es un movimiento interno negativo que lo aleja de las oportunidades del presente y dirige su mente a una vana esperanza de que las cosas en el futuro serán mejores pero no hace nada para que eso suceda. Simplemente se aliena con falsas y vanas ilusiones.
En vez de consumir sus momentos presentes con toda clase de ansiedades que lo inmovilizan y que se deben a todo lo que está dejando sin hacer, convénzase de que se está engañando. Sea un hacedor, una persona que no vive deseando, esperando, criticando, sino haciendo, haciendo, haciendo.
Usted no sabe el tiempo que le queda de vida. Haga eso que para usted es importante, bueno, noble y santo. ¡Vamos, muévase, despierte! No deje para mañana lo que pueda hacer hoy, porque el Señor está esperando que usted actúe. El le ha dado todo lo que necesita para actuar. Con Dios, usted podrá superar cualquier problema, porque CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE!