¿Prueba Dios con el sufrimiento? 1

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¿Por qué Dios permite los males y la muerte?

Si buscamos qué dice el AT sobre el origen del mal, haremos un descubrimiento sorprendente: Dios mismo es el que ocasiona los males que hay en el mundo.
En efecto, son innumerables los episodios en los que aparece Dios castigando a los hombres, aterrorizándolos, mandándoles catástrofes, pestes, sequías, etc.
Así: mandó el diluvio universal que aniquiló a casi toda la humanidad (Gén. 6,7); destruyó la ciudad de Sodoma con fuego y azufre del cielo (Gén. 19,24), mató a los niños de las familias egipcias (Ex 12,13); hizo morir al hijo del rey David por el pecado de su padre (2 Sam. 12,15), etc.
Pero Dios no sólo aparece como responsable de enfermedades y muertes, también de los desastres naturales provocados por su omnímodo poder: produjo un terremoto para que murieran todos los que se habían sublevado contra Moisés (Núm. 16, 31-32), provocó una sequía de tres años en todo el país (1 Reyes 17,1).

Y esta convicción de Dios como causa de males y desgracias aparece también el los profetas: "Yo, Yahvé, creo la luz y las tinieblas; yo mando el bienestar y las desgracias" (Is.45,7); Oseas afirma: "Dios nos lastimó, y él nos curará; Dios nos ha herido y él nos vendará" (6,1), etc.

De esta manera, en casi todas las páginas del AT se oye hablar de la ira de Dios que se enciende contra su ´pueblo.
¿Cómo pudo concebir Israel una imagen tan espantosa de Dios?. Es fácil comprenderlo. Cuando se escribió el AT las ciencias aún no se habían desarrollado. No se conocían las leyes de la naturaleza ni las causas de las enfermedades, ni por qué sucedían los fenómenos naturales. La misma psicología era bastante elemental, y los conceptos de libertad y responsabilidad humanas estaban muy poco desarrollados.
De modo que cualquier cosa que ocurría, buena o mala, hermosa o fea, feliz o desgraciada, era obra de Dios. Un israelita no podía jamás imaginar que sucediera algo sin que Dios lo quisiera o lo provocara. Él era el dueño de todo y, por lo tanto, el autor de todo.

¡Que nadie se quede enfermo!

Cuando le tocó el turno de predicar a Jesús, la situación no había cambiado mucho. Las ciencias continuaban en su etapa primitiva, y seguían ignorándose las causas de los fenómenos que sucedían. Fue entonces cuando Jesús aportó una idea nunca oída hasta el momento: enseñó que Dios no manda males a nadie; ni a los justos ni a los pecadores.
Para demostrarlo, adoptó una metodología eficaz. Comenzó a curar a todos los enfermos que le traían. Y les explicaba que lo hacía en el nombre de Dios. De este modo anunció la buena noticia de que Dios no quiere la enfermedad de nadie. En sus enseñanzas exponía este mismo mensaje a sus oyentes. Un día sus discípulos vieron, al pasar, a un ciego de nacimiento, y le preguntaron: "Maestro, ¡por qué ese hombre nació ciego?. ¿Por haber pecado él o porque pecaron sus padres? (Jn 9,1-2). Y Jesús les explicó que las enfermedades nunca son enviadas por Dios ni son castigos por los pecados.