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www.lapop.org En 1974, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió realizar los XXII Juegos Olímpicos en Moscú, capital de lo que era entonces la Unión Soviética. Como todos recuerdan Estados Unidos dirigió un boicot masivo a esas Olimpiadas en protesta y enérgico rechazo a la inhumana política de la Unión Soviética sobre Afganistán y a la negativa de dejar que población judía con nacionalidad rusa emigre a Israel.
62 países se unieron a ese boicot al mismo tiempo que los satélites soviéticos enfilaban hacia Moscú a regañadientes junto con equipos de las naciones que no deseaban ofender a los jefes del Kremlin. Aquellos países que no concurrieron a Moscú organizaron paralelamente los llamados “Freedom Games” (“Juegos de la Libertad”). Por supuesto, los soviéticos se vengaron años después boicoteando los juegos de Los Ángeles en 1984 pero solo lograron obligar a 14 países a que se les unieran.
Con el transcurso de los años, los norteamericanos parecen haber perdido esa audacia internacional. Cuando el COI decidió esta vez darle el privilegio Olímpico a una nación como la República Popular de China, conocida alrededor del mundo por la opresión y corrupción, la respuesta de los Estados Unidos no fue tan indignante, sino más bien un débil consentimiento. El Presidente Bush ha anunciado que se está dirigiendo a Beijing para participar en la ceremonia de apertura. Aunque promete plantear el tema de la libertad religiosa en privado, su presencia en el estrado constituirá un aval al gobierno actual que tendrá como testigo al mundo entero.
Los abusos a los derechos humanos cometidos día a día por el Régimen de Beijing en contra de su propia gente, no son solamente despiadados con éstos, reflejan también una sistemática agresión a la dignidad humana y a los derechos básicos del hombre, que los norteamericanos siempre han defendido en el pasado. Hoy lamentablemente callan y su silencio otorga.
Algunos ejemplos de estas violaciones a los derechos humanos son:
Desde los fines de los 70s, China ha aplicado la política de un solo hijo, férreamente aplicada por oficiales del gobierno a través de cuotas, abortos y esterilizaciones forzados. La investigación de Population Research Institute ha demostrado que esta política ha derivado en incontables muertes maternas, infanticidios y devastadores desequilibrios en la composición por sexos de la población.
El derecho a la libertad de expresión no se respeta. El gobierno chino mantiene a miles de prisioneros políticos sin acusarlos o enjuiciarlos, incluyendo activistas democráticos, abogados, defensores de los derechos humanos, líderes religiosos, periodistas y sindicalistas. El Internet en china se encuentra vigilado y las ideas que discrepan con la línea partidaria del Comunismo son censuradas. Aquellos que las promueven son ubicados y castigados.
La libertad religiosa ha sido sistemáticamente negada a la población china. Grupos religiosos como el Falun Gong han sido sujetos de persecución, tortura, encarcelamiento y muerte. El Catolicismo y otras formas de Cristianismo son reprimidos, y los fieles son obligados a asistir a iglesias oficiales, aprobadas por el Estado. Son muchas las iglesias clandestinas, arriesgándose al encarcelamiento o situaciones peores. Además, grupos étnicos como los Tibetanos son oprimidos y perseguidos rutinariamente.
Los derechos de los trabajadores no son respetados. Millones de trabajadores chinos están siendo sujetos a trabajos en condiciones inhumanas e insalubres, así como a horas extras sin la más pequeña compensación. De acuerdo a un Reporte en el 2007, emitido por el Comité Nacional Laboral, a los trabajadores de la Factoría de Metal Kaisi se les pagó US$ 24.33 por 77 horas de trabajo a la semana. En fábricas como ésta, si uno de ellos sufre heridas o muere, sólo se les paga una muy pequeña compensación o a veces nada.
Por supuesto esto no es un “record” que los haga merecedores de organizar los Juegos Olímpicos.
Frente a ello, los defensores de las Olimpiadas de Beijing argumentan que permitir a China ser el anfitrión de los juegos, la transformará. Ayudará a que supere la triste realidad actual que los cataloga como uno de los más importantes violadores a los derechos humanos, y los convierta en un país que respete los estándares internacionales de los derechos humanos. El mismo régimen de Beijing ha prometido mejorar su historial de derechos humanos.
No obstante, los hechos no se condicen con estos bellos propósitos. En su lugar, en las actividades previas a las Olimpiadas abundan los abusos de un régimen que busca sofocar todo desacuerdo antes de la llegada de millares de periodistas extranjeros y turistas. Con toda seguridad, los Juegos Olímpicos sólo servirán para darle credibilidad a un régimen corrupto y envalentonar a un partido dictatorial que muy rápidamente se esta convirtiendo en una superpotencia mundial. Los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 no van a significar ninguna mejora significativa en las condiciones de China. Mas bien servirá como fiesta inaugural de la actual dictadura, un relanzamiento de su imagen a nivel internacional, tratando de echar al olvido la Masacre de Tienanmen de 1989 de una vez por todas (como desde hace tiempo esperan sus líderes).
Es por estas razones que Population Research Institute se ha unido a muchas organizaciones que forman la coalición de boicot a los Juegos de Beijing. Invitamos a activistas y grupos de toda condición, credo o formación que esté de acuerdo en que las actuales violaciones a los derechos humanos de China deben parar. Únanse a nosotros. Alce su voz de protesta. Nuestra esperanza es que se entienda que la aprobación de la comunidad internacional a China, no viene por ser anfitrión de unos Juegos Olímpicos. Más bien, esta aprobación debería otorgarse en el momento en que los ciudadanos chinos puedan decir libre y orgullosamente que viven en libertad y que ellos también disfrutan de los irrenunciables derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.
Si China no respeta los derechos humanos y empieza por su propia gente, hablar de espíritu olímpico resulta hipócrita.