Y como no soy la primera persona que descubre el camino hacia la felicidad, acompaño un texto de Carlos Valles, que refleja la misma verdad.
“… este rápido episodio es para mí tema de meditación y reto de conducta. Yo no soy Tagore, ni ninguno de nosotros lo somos, pero a lo largo del día y de la vida me encuentro yo y nos encontramos todos con otras personas cercanas o lejanas en una conversación, una comida, una reunión, una espera. Y aquí viene el dilema existencial que puede llevar mi vida a rutinas grises de formalismos inertes, o levantarla a pequeñas cumbres diarias de chispas de alegría, de comunicaciones vitales, de revelación personal, de contacto profundo, de impacto feliz. ¿Quiero que mi interlocutor – quien quiera que sea y por mucho o poco tiempo que esté ante mí - se vaya de mi presencia aburrido, indiferente y olvidado, o quiero que disfrute ese momento conmigo, que le alegre la existencia, que atesore la memoria y se vaya más feliz de lo que ha venido, con la compañía de un recuerdo que aligere su paso y el calor humano de un encuentro que arrope su soledad? ¿Quiero sólo cumplir la etiqueta o quiero transmitir energía?¿Quiero ser un robot mecánico o una persona viva?
“Esta consideración puede cambiar mi vida. Repaso en mi conciencia las últimas veinticuatro horas que he vivido. ¿A cuantos, a quienes me encontré en ese tiempo?¿Como llegaron a mí ? ¿Cómo se marcharon?¿ Pasaron sólo por mi presencia como clientes de una cola ante la ventanilla, como peatones apresurados ante un escaparate, como pacientes asustados ante una consulta, o se llevaron algo, se les alegraron los ojos, se les disparó la sonrisa, se les sacudió el cuerpo y les encendió el alma con algo que yo dije, yo sentí, yo viví con espontaneidad ante ellos? ¿Llevé a cabo con cada uno la transacción oficial del asunto de turno, o fui persona, miré los rostros a los que hablaba, acaricié las manos que estrechaba, añadí el tono a la palabra y el cariño a la mirada, dejé a cada uno que se me amaneciera como era, disfruté la novedad de cada encuentro y descubrí la unicidad de cada persona? ¿Me entregué a corazón abierto a cada encuentro o me refugié en la rigidez impersonal de la máscara socorrida por comodidad y pereza y desconfianza y desinterés? ¿Viví …. o solamente funcioné? “