Fuente: Vatican Information Service
Extracto del mensaje de Benedicto XVI para la 82 Jornada Misionera Mundial.
Tras poner de relieve que “la humanidad sufre y espera la verdadera libertad, espera un mundo diverso, mejor; espera la “redención”, Benedicto XVI recuerda que el panorama internacional actual presenta “grandes preocupaciones por lo que respecta al futuro mismo del ser humano”. En este contexto, menciona la violencia, la pobreza “que oprime a millones de habitantes; las discriminaciones y a veces incluso las persecuciones por motivos raciales, culturales y religiosos”; (...) una constante amenaza a la relación hombre-ambiente; (...) y los atentados a la vida del ser humano, que asumen varias formas y modalidades”.
El Santo Padre pregunta a continuación: “¿Existe esperanza para el futuro?, o mejor dicho, ¿existe un futuro para la humanidad? (...) Los creyentes encontramos la respuesta a estos interrogantes en el Evangelio. Cristo es nuestro futuro”. “San Pablo -subraya- había comprendido bien que la humanidad solo puede hallar la redención y la esperanza en Cristo”.
Refiriéndose al Apóstol de las gentes, el Papa pone de relieve que “el amor de Cristo le llevó a recorrer las vías del Imperio Romano como heraldo, apóstol, anunciador, maestro del Evangelio, del que se proclamaba “embajador en cadenas”.
“Solo de esta fuente -Jesucristo- se pueden conseguir atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad, interés por los problemas de la gente, y aquellas otras virtudes necesarias a los mensajeros del Evangelio para dejar todo y dedicarse completa e incondicionalmente a esparcir por el mundo el perfume de la caridad de Cristo”.
Benedicto XVI escribe que a pesar de las dificultades, como la escasez de clero y falta de vocaciones, “el mandato de Cristo de evangelizar a todas las gentes sigue siendo una prioridad”.
“¡Lancemos sin miedo las redes -exclama-, confiados en la ayuda constante de Jesús”. Hablando de los obispos, afirma que “al igual que el apóstol Pablo, están llamados a preocuparse de los más lejanos y que todavía no conocen a Cristo” y tienen la tarea de “contribuir, según las posibilidades, a enviar presbíteros y laicos a otras iglesias para el servicio de evangelización”.
A los sacerdotes, el Santo Padre les anima a “ser pastores generosos y evangelizadores entusiastas” y expresa el deseo de que “no disminuya el impulso misionero en las iglesias locales, a pesar de la escasez de clero que aflige a muchas de ellas”.
El Papa pide a los religiosos y religiosas que lleven “el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los más lejanos, mediante un testimonio coherente de Cristo y un seguimiento radical de su Evangelio”.
“Los laicos, que actuáis en los diferentes ámbitos de la sociedad -añade-, estáis llamados a tomar parte en la difusión del Evangelio, de manera cada vez más relevante”.
Benedicto XVI termina el mensaje manifestando su aprecio por “la contribución de las Obras Misioneras Pontificias a la acción evangelizadora de la Iglesia. (...) La colecta, que se realiza en todas las parroquias durante la Jornada Misionera Mundial, sea un signo de comunión y de solicitud recíprocos entre las iglesias. Que se intensifique cada vez más en el pueblo cristiano la oración, medio espiritual indispensable para difundir entre todos los pueblos la luz de Cristo, “luz por antonomasia” que ilumina “las tinieblas de la historia”.