Soy manso y humilde de corazón.
Palabras de Jesús que no dejan de emocionarme. En estilo "moderno", nos dice que El es el pequeñito de Dios, el completamente dependiente de su Padre, con el mismo lenguaje que su madre en el Magnificat: "ha mirado a su pequeña." Tuvo una linda maestra en la fe con ella. Estamos con "los pobres de Yahveh" descritos por el profeta Isaías. Con el pequeño resto de Israel. Rodeado de otros pequeños como los pastores, Simeón y Ana, José.
Sin olvidar a los niños que tenemos que imitar. Con los pecadores arrepentidos a la escucha de Juan el Bautista, otro pobre de Dios.
Nos toca descubrir nuestra propia realidad: somos pequeños y tan necesitados de Dios. Somos como la flor del campo, pasajeros y tan limitados.
El verdadero pequeño de Dios va descubriendo que aquella intuición es obra del Espíritu Santo en él. Desaparece el sufrimiento de percibir aquello en la medida que la soberbia va mermando. Se inunda a la vez de otro descubrimiento pleno que es el inmenso amor de Dios para los que lo escuchan y se parecen más y más a Cristo. Aquel amor, no sólo los penetra, pero desborda sobre toda la creación y el mundo.
Entiendo entonces mejor las palabras de Elizabeth de la Trinidad pidiendo al Señor únicamente "ser alabanza de Su Nombre". Nace la confianza en Dios, más y más firme, a pesar de las etapas de la madurez espiritual.
De sus pequeñitos, Dios hace príncipes en el amor. Los hace grandes, misericordiosos como El, pacientes, amorosos, confiados, con el corazón abierto para todos y para todo.
La "plenitud en Cristo" que percibe San Pablo en sus cartas se vuelve una realidad en la vida de los "pobres de Yahveh". Aceptan más, aquellos, el molino de la vida con todas sus pruebas para hacerlos harina del Señor y pan para la vida.
Escucharé entonces con más atención la voz del Señor que me prepara a la kenosis, al descubrimiento de lo que soy para mejor descubrir lo que El es y decentrarme de mi mismo para más enamorarme de El, como lo hace María en su Magnificat: "que lindo, que alegre es mi Dios. En El iré a otros descubrimientos apasionantes de Su inmenso amor para tantos otros, para su creación.
Iré más hacia Sus pequeños, Sus necesitados de misericordia, sus sufridos en la tierra. Me complaceré en el amor que El les tiene.