No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus dececiones,
por su porvenir màs o menos sombrìo.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrècele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla; que, pese a todo,
son los designios de su providencia.
Poco importa que te sientas un frustado
si Dios te considera plenamente realizado, a su gusto.
Pièrdete confiado plenamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y si llega hasta ti, aunque jamàs le veas,
piensa que estás en sus manos,
tanto màs fuerte cogido
cuanto màs decaido y triste te encuentres.
Vive feliz, te lo suplico.
Vive en paz, que nada te altere,
que nada sea capaz de quitarte la paz.
Ni la fatiga psìquica, ni tus fallos morales...
Haz que brote y conserva siempre en tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada...
todo aquello que te llene de la paz de Dios...
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste, adora y confìa en Dios.
Pierre Teilhard de Chardin, S.J.