El perdón

No hay personas que puedan escaparse de las ofensas. Estas siempre van a venir; por lo que en algún momento de su vida, usted también tendrá que enfrentarse con la decisión transcendental de perdonar, o no, una ofensa recibida. Si queremos experimentar vidas fructíferas, es mejor que tomemos este asunto mas en serio, especialmente porque tiene consecuencias que marcaran nuestras vidas de forma profunda y definitiva, aquí y en la eternidad.

El perdón no es tratar de olvidar lo que sucedió, negar una ofensa que nos han hecho, dejar que el tiempo borre lo ocurrido, ignorar lo que sucedió, ni es perdonar con la mente solamente. Recuerde que el perdón no es un sentimiento.

El perdón es soltar, dejar ir a una persona que nos ha ofendido, soltar a alguien que nos causo daño, cancelar ese dolor pendiente que esa persona ha causado. Cuando digo soltar quiero decir dejar libre a esa persona de rencores, es más bien bendecirla, perdonarla. Es ser un testigo de la Gracia de Dios por habernos hecho libre del no perdonar.

La falta de perdón es uno de los obstáculos más grande de la oración. He visto un sinnúmero cristianos frustrados y desanimados porque ninguna de sus peticiones son contestadas y viven en una miseria espiritual continua. La razón numero uno de esto es la falta de perdón. Hay diferentes nombre a la falta de perdón, tales como: el resentimiento, la ofensa, enojo, tener algo contra alguien, etc.

Dios le pone contra la pared y le quiere decir: sino deja ir ese dolor, esa malicia, esa ofensa de su corazón, Yo no lo perdono y tampoco oigo sus oraciones. Los cielos se cierran para el que tiene falta de perdón en su corazón, y por ende las oraciones no llegan a Dios; nuestra comunicación con El se corta y quedamos incomunicados. El no puede oír nuestras oraciones si tenemos enojo contra alguien.

La falta de perdón trae un sinnúmero de consecuencias profundamente negativas para nuestras vidas tanto en lo espiritual como en lo físico, por ejemplo:

Se ha comprobado científicamente que la falta de perdón es alimento para el cáncer, las ulceras, la artritis, y abre las puertas de par en par al alcoholismo y droga adicción.

El enemigo toma ventaja en nuestras vidas, al no perdonar abre las puertas para que este se cuele y destruya nuestros hogares, nuestras finanzas, amistades, matrimonios y confianza.

La Fe es anulada, es imposible creerle a Dios cuando andamos heridos. De una sola fuente no puede fluir fe y resentimiento al mismo tiempo. Por mucho que se esfuerce en creer la palabra de Dios en su corazón o en confesarla con su boca, no puede actuar en Fe. La falta de perdón bloquea su corazón y no le deja creer.

Lo mortal de todo esto es que anula al Amor y no deja que fluya el amor de Dios en nosotros, porque no se puede amar y odiar al mismo tiempo.

Por eso, en una relación, sino se sanan las heridas, no fluirá el amor de Dios en su plenitud. Algunas veces usted oye decir a ciertos conyugues: “ya no le amo más” y no es que no le ame, sino que se siente tan herido que esa falta de perdón opaca el amor que le tiene. Entonces, que pasa que el enemigo gana, y destruye a otro matrimonio, a otra familia y los hijos crecen en hogares rotos. Por consiguiente los padres le han inculcado queriendo, o sin querer el no perdonar y la cadena continuara.

Yo les exhorto que no se vayan a dormir sin haber perdonado o sin pedir perdón, no le dejen al enemigo Satanás que les gane la pelea.

Preparemos nuestros corazones, busquemos más tiempo para la oración, el ayuno y la lectura de la palabra; que nada ni nadie nos robe nuestro tiempo para la búsqueda de Dios, en una intimidad cotidiana para que seamos partícipes y testigos de algo grande que está por venir.


Baruch Hashem

Gladys