m_elissah
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| Tema: La confesiòn y el perdòn.... Mar Abr 15, 2008 12:35 am | |
| .................... Despuès de todo nos enfrentamos a una pregunta: ¿Què ejercicio, què pràctica necesita el lìder del futuro para superar la tentaciòn del heroìsmo universal?. Yo propongo la pràctica de la confesiòn y el perdòn. Igual que los lìderes del futuro deben estar fuertemente anclados en la oraciòn, tambièn deben ser personas dispuestas siempre a confesar su fragilidad y a pedir perdòn a los que ofrece sus servicios ministeriales.
La confesiòn y el perdòn son las formas concretas por las que nosotros, pecadores, nos amamos mutuamente. El sacramento de la confesiòn se ha convertido con frecuencia en un medio de ocultar a la comunidad nuestra hechura vulnerable. Se hace menciòn de los pecados, se pronuncian las palabras rituales del perdòn, pero rara vez se da el autèntico encuentro en el que se experimenta la presencia de Jesùs que reconcilia y cura. Hay tanto miedo, existe tal distanciamiento, tanta generalizaciòn, tan poca escucha real, tan pocas palabras autènticas, tan poco realismo en la absoluciòn, que no se puede esperar que se dè en profundidad la realidad sacramental.
¿Còmo pueden los sacerdotes y demàs personas entregadas a los servicios ministeriales sentirse plenamente amados y cuidados cuando tienen que ocultar sus propios pecados y faltas a las personas con las que se relacionan ministerialmente, y tienen que buscar a una persona extraña a la comunidad para recibir un poco de consuelo y alivio? No me sorprende en absoluto que tantos sacerdotes y personas entregadas al servicio ministerial sufran una profunda soledad emocional, que frecuentemente sientan una gran necesidad de afecto y de intimidad, y que muchas veces experimenten un sentido profundo de culpabilidad y de vergûenza frente a su propia gente. A menudo, parecen preguntarse: ¿què pasarìa si la comunidad de la que soy responsable conociera lo que estoy viviendo interiormente, lo que pienso y sueño, y adònde se me escapa la mente cuando me siento a la mesa de trabajo?. Son precisamente los hombres y mujeres dedicados al liderazgo espiritual los que se ven fàcilmente enfrentados a la màs cruda carnalidad. Y la razòn de èsto es que no conocen còmo vivir la verdad de la Encarnaciòn.
Se aislan de su propia comunidad, intentan arreglar el mundo de sus propias necesidades, ignoràndolas o satisfacièndolas en lugares lejanos y anònimos. Y asì experimentan una separaciòn entre su mundo interior y la Buena Nueva que anuncian. Cuando la espiritualidad se hace espiritualizaciòn, la vida del cuerpo se convierte en carnalidad. Cuando los sacerdotes viven su ministerio mayormente en su mente, y se relacionan con el Evangelio como si se tratara de un conjunto de ideas valiosas que tienen que ser anunciadas, el cuerpo toma revancha exigiendo a voz en grito afecto e intimidad. Los lìderes cristianos estàn llamados a vivir la Encarnaciòn, es decir, a vivir en el cuerpo, no solamente en sus propios cuerpos sino tambièn en el cuerpo de la comunidad como realidad corporativa, y a descubrir ahì la presencia del Espìritu Santo.
La confesiòn y el perdòn son precisamente las disciplinas por medio de las cuales la espiritualizaciòn y la carnadidad pueden ser evitadas para vivir la verdadera Encarnaciòn. por medio de la confesiòn, los oscuros poderes son arrancados de su propio aislamiento carnal, conducidos hacia la luz, y hechos visibles a la comunidad. Por medio del perdòn, son desarmados, desvanecidos y se hace posible una nueva integraciòn entre cuerpo y espìritu.
Todo esto no quiere decir que las personas entregadas a servicios ministeriales o los sacerdotes deban, explìcitamente, proclamar sus propios pecados y faltas desde el pùlpito. Eso serìa enfermizo e imprudente. Quiere decir màs bien, que estàn llamados a formar parte de sus comunidades plenamente, que la comunidad tiene que resposabilizarse tambièn de ellos, que necesitan su afecto y su apoyo, y que estàn llamados a ejercer su ministerio con todo su ser, incluyendo en esa realidad la parte herida. Aquellos que se relacionan con personas angustiadas y que transmiten esa angustia a los que la tratan, necesitan contar con un lugar seguro. Necesitan un sitio en el que poder compartir su profunda pena y sus luchas con personas que, sin necesitar de ellos, puedan guiarlos màs profundamente hacia el misterio del Amor de Dios, que les ayuden a mantenerse fieles a su vocaciòn por medio de la crìtica constructiva y del apoyo lleno de cariño. Nouwen, Henri | |
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Georges42 Admin
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