DECÁLOGO DE LA TERNURA
Todos tenemos necesidad de dar y recibir amor. Si no lo hacemos así, la vida se oscurece.
Para vivir la ternura no se necesitan grandes cualidades. Basta sentir con espontaneidad el amor, sin avergonzarse.
La verdadera ternura se conjuga en voz activa y voz pasiva. No sólo hay que darla sino recibirla con espontaneidad y alegría.
La ternura debe expresarse con naturalidad y en todo momento, pero sobre todo en los momentos tensos y difíciles.
La ternura no es amanerada ni trivial. Menos aún, no se compagina con la agresividad.
Vivir la ternura no significa ser débil, manejable, sino generoso y acogedor. La ternura no se riñe con la energía.
La ternura no es exclusiva de la relación madre/hijo. La familia, los hermanos, los enamorados y compañeros agradecen también este sentimiento.
Al ser tierno se aprende cada día con amor. Nunca es tarde para empezar a practicarla.
No confunda nunca la sexualidad con la ternura. Si bien es difícil entender la verdadera sexualidad sin ternura.
Dar, expresar, acoger y recibir ternura es siempre muestra evidente de madurez.
Amigo, trátame con pureza;
No me catalogues, no soy un objeto.
No me etiquetes, no soy mercadería.
No me juzgues, no soy tu reo.
No me acuses, no eres mi fiscal.
No me condenes, no eres mi juez.
No me enmarques, no soy espejo ni cuadro.
No me definas, soy un misterio.
No me minimices, soy más complejo de lo que crees.
No me divulgues, no soy un producto o una cosa.
No me vulgarices, soy alguien muy especial.
No me apuntes, no soy un blanco de tiro.
No me idolatres, no soy un ídolo.
No me calumnies, tengo el derecho a la verdad de los hechos.
No me difames, tengo el derecho de ser quien soy.
No me esquematices, soy más libre de lo que te imaginas.
No creas demasiado en mí, soy falible.
No dudes siempre de mí, soy más verdad que error.
Recuerda siempre que:
Soy gente como tú.
Soy humano como tú.
Soy limitado como tú.
Soy hijo de Dios como lo eres tú.
Trátame como gente y como hermano y serás para mí aquello que no lograste ver en mi persona: ¡Un amigo de verdad!
Padre Roberto Mena, S.T.