Cuaresma II
Tiempo de penitencia.
Hemos visto anteriormente la doble función de la cuaresma: un tiempo de preparación al bautismo y de preparación a la reconciliación. La liturgia presenta cada día por sus lecturas una invitación a hacer un pasito más en la conversión cristiana. La ascésis es el medio humano para preparar el terreno a la gracia de Dios. Se trata de “morir” con Cristo para resucitar con Él. Por la ascésis, o sea la penitencia, el cristiano trata de corregir todo lo que lo aparta del Señor y de su Reino. Es una lucha constante y necia para mejorar algún defecto. Demos un ejemplo práctico: tengo un carácter violento. Me voy de boca, insultando, gritando, hasta pegando. Me doy cuenta que ésas actitudes me alejan de Dios y de los demás. Cada día, a la hora de mi oración de la noche, examino con énfasis como fue mi día delante del Señor, y en particular con quién manifesté mi cólera. Lo comento con Dios; tomo la resolución de hacer a favor de la persona con quién me enojé, que sea de forma únicamente interior, un gesto, un servicio, una atención, para así estar en actitud positiva de “reparación”.
Es en la perseverancia y la confianza en el Señor que voy a ver una lenta mejoría del defecto o un aumento de humildad cristiana.
Puedo escoger algún otro defecto y proceder de la misma manera. Los cambios serán lentos o poco visibles. Lo que importa es la actitud de lucha.
El Señor hará lo demás.
La Iglesia Católica, desde que se forma, presenta ese esfuerzo de ascésis. El desierto se va llenando de ermitaños como San Antonio Abad.