LA ORACIÓN DE LA PERSONA SENCILLA
Encontrando un sacerdote en el campo a un chivero, le preguntó si rezaba sus oraciones.
– “Sí, padrecito”.
– “¿Y qué oraciones dices?”.
“Sólo digo: ‘Así sea’, y lo repito muchas veces. Yo sé que en todo el mundo hay millones de personas que rezan, sobre todo los padrecitos y las madrecitas. Ellas saben rezar muy bien, y yo, que no sé, me uno a ellas y le digo a Dios: ‘Así sea’, por todas las oraciones que dicen”.
El pueblo pobre, el pueblo sencillo es un pueblo orante. Ora con los labios y ora con el corazón. La oración es necesidad para el indigente. Como cristiano está colgado de Dios y, como pobre, a él acude en toda ocasión, principalmente en todos los momentos de dificultad y de dolor.
La gente sencilla es amante de rezar el rosario y de contemplar a Dios en la vida, de repetir jaculatorias. Así rezaba una religiosa mayor y muy sencilla. Como no podía dormir bien en la noche, dedicaba su tiempo a orar. Cada noche hacía más de cuatro mil actos de amor. Su oración era corta y sustanciosa: Señor, te quiero.
Las persona humilde ora con y desde el rosario. El rosario lo lleva en las manos y, algunas de ellas, lo cargan en el cuello. El rosario, como la vida, es todo un misterio. Aunque los misterios tengan todos la misma importancia, la gente humilde se compenetra mejor con los misterios dolorosos El dolor es compañero de todos y, de alguna forma, se ha adueñado de los hogares y no hay forma de acabar con el sufrimiento.
– Como Jesús oró en el Huerto, el pueblo pobre ora con el sobresalto continuo y gritan sus labios justicia y amor. Sudan sangre y lágrimas de esperanza.
– El pueblo conoce los azotes, los terribles azotes de la vida diaria: subida de precios, escasez de medicinas, agua y leche para los niños. Sin embargo, son ricos en enfermedades, en persecución policial.
– El hombre crucificado lleva en su cabeza grandes coronas de espinas punzantes. El hambre, el dolor, tanta dificultad que tiene que superar cada día le han embotado la mente. La cabeza le falla, le pesa y el único descanso sabe que está en la cruz y muerte.
Cinco misterios dolorosos, dolor salvífico que gesta un mundo de hermanos, un mundo mejor. Al pueblo sencillo le gusta contemplar, quedarse extasiado ante una imagen, tocarla, besarla... En la comunicación con Dios predomina el sentimiento, el afecto. Por la fe siente a Dios cercano, cercanía luminosa y oscura al mismo tiempo... El poder ver, tocar, oír, sentir y saborear su presencia, es un aprendizaje largo y costoso, pero es necesario vencer todas las resistencias y abandonarse al Padre. Buscar su voluntad y aceptarla.
– Contemplativos en la acción. Encontrarse con Dios lleva consigo el ser capaz de descubrir y acoger lo nuevo que realiza en la vida cada uno y en la historia del pueblo. Dios grita, Dios gime a través del hermano, del pobre (Rm 8, 26).
Reconocer el paso de Dios, “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, es la intención del contemplativo que vive en el compromiso de la edificación del Reino.
Al crear una nueva relación con Dios, es necesario crear una nueva relación con los hermanos, amando inclusive a los enemigos (Mt 5, 44-45), no pagando con la misma moneda, hacer lo mismo que el buen samaritano (Lc 10, 37), amar hasta el extremo, hasta entregar la misma vida (Jn 13, 1).
El pobre, sin trabajo durante mucho tiempo se sienta en cuclillas al borde del camino y grita su realidad: “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí” (Mc 10, 47). No desespera, espera un día y otro; mientras, contempla el paso de Dios en su vida, en la historia de los suyos. La mirada de Dios llegará cada día para seguir llenando su vida de amor y de esperanza.
El cristiano pobre ora con sus labios, siempre con el corazón, porque lleva a Dios muy dentro, porque sabe que, en definitiva, él es su Salvador. A él le pide con sencillez, como un niño: “Señor, te pido que se me quite mi mal carácter. Y, si no es mucho pedirte, que también a mi mamá se le quite el suyo, que es todavía peor…”.