LOS JÓVENES Y LA VIDA CONSAGRADA, Carta pastoral con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada (3 de febrero de 2008)
"Algo parece que se está moviendo". En estas palabras, del profeta Isaías, se ha inspirado nuestra Iglesia para emprender este año el objetivo prioritario del plan pastoral diocesano: la atención pastoral a los jóvenes.
Queremos que esta pastoral de juventud esté fuertemente unida a las familias, haciendo una verdadera pastoral de conjunto: la juventud y la familia inseparablemente unidas.
Somos plenamente conscientes que, a pesar de tantas dificultades, la familia sigue siendo para los jóvenes, no sólo la institución más valorada, sino el punto de relación más cercano y donde se encuentran las personas más influyentes en su misma vida.
La vida consagrada, en sus variadas y múltiples formas, puede ser también, en algún modo, esa gran comunidad familiar en la que los jóvenes puedan hallar un espacio estimulante para ese deseo de encuentro con Dios.
Cuantos componen esa gran familia, que es la Vida Consagrada, pueden decir con todo derecho, ya que ello ha sido la razón por la que han escogido este camino de consagración: (Es que Dios vale más que la vida! (Salmo 62,4).
La vida consagrada entre nosotros
Los religiosos y las religiosas, las sociedades de vida apostólica, los institutos seculares y las nuevas comunidades de vida eclesial realiza múltiples actividades dirigidas directamente a los jóvenes: desde la educación en los distintos niveles, hasta la inserción social de marginados; desde el cuidado de jóvenes afectados por el sida, hasta foros de reflexión acerca del compromiso cristiano; desde actividades deportivas y lúdicas, a celebraciones litúrgicas apropiadas para jóvenes; desde el grupo de oración, hasta la organización de un voluntariado muy comprometido en la ayuda y apoyo a los más desfavorecidos.
De todas estas actividades se pueden aportar números que nos sorprenderían. Son muchos miles de jóvenes a los que llega nuestra Iglesia, sobre todo por medio de los miembros de la vida consagrada y de sus instituciones.
En forma alguna quiero olvidarme de las monjas contemplativas y claustrales, así como de las vírgenes consagradas. Ellas, con el testimonio de su vida, causan verdadera fascinación a los jóvenes. Quienes han tenido la ocasión de estar cerca de ellas no pueden olvidar la experiencia de Dios recibida.
De ninguna manera se puede decir que la vida consagrada esté alejada de los jóvenes, pero ha de ponerse un gran empeño en todo lo que se refiere a la participación en la vida y misión de la Iglesia.
Apasionados por Cristo
"Los que son elegidos por Dios para la vida consagrada hacen suyo de modo definitivo este anhelo espiritual. En efecto, lo único que anhelan es el Reino de Dios: que Dios reine en nuestras voluntades, en nuestros corazones, en el mundo. Tienen una sed ardiente de amor, que sólo el Eterno puede saciar. Con su ejemplo proclaman a un mundo a menudo desorientado, pero que en realidad busca cada vez más un sentido, que Dios es el Señor de la existencia, que su "gracia vale más que la vida" (Sal 62, 4). Al elegir la obediencia, la pobreza y la castidad por el reino de los cielos, muestran que todo apego y amor a las cosas y a las personas es incapaz de saciar definitivamente el corazón; que la existencia terrena es una espera más o menos larga del encuentro "cara a cara" con el Esposo divino, una espera que se ha de vivir con corazón siempre vigilante a fin de estar preparados para reconocerlo y acogerlo cuando venga". (Benedicto XVI a los religiosos en la Jornada de Vida Consagrada 2-2-07).
Los consagrados y consagradas son unas personas verdaderamente apasionadas por Cristo. En Él está el origen de la vocación y el deseo de compartir su misión de anunciar el Evangelio en obras y en palabras. Nada se puede ni se quiere anteponer al amor de Cristo.
Misión más admirable y entusiasmante no se podía haber recibido. Debe llegar a todos. Cada cual la realizará desde el carisma peculiar que del Señor haya recibido.
Unidos a la Iglesia diocesana, este año queremos hacer un particular esfuerzo por llegar hasta los jóvenes. Ponernos a su lado y hablarles de lo que hemos visto y oído a Jesús, de lo que constituye la razón, la vida y la misión de la vida consagrada.
¿Qué podemos hacer?
¿Para qué ocultarlo? La vida consagrada tiene que mantener a diario una tensión muy grande entre el deseo y las posibilidades de poder realizarlo. Benedicto XVI habla de la "tentación del desaliento", que puede llegar de las dificultades de la vida y de los múltiples desafíos del momento en el que vivimos" (A la vida consagrada 2‑2‑07).
Siguen las preguntas: ¿Qué podemos hacer para que los jóvenes escuchen a Dios, se entusiasme con Jesucristo, vivan y gocen en la vida de la Iglesia, se comprometan en el servicio fraterno a sus hermanos y sean apóstoles del evangelio?
Presumimos de querer ser realistas, pero en esa misma autosuficiencia de objetividad puede estar el pecado de la marginación de Dios, falsificando el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante que es Dios. "Quienes excluyen a Dios de su horizonte falsifican el de "realidad" y, en consecuencia, sólo pueden terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas" (Benedicto XVI a la V Conferencia del CELAM 13‑5‑07).
Con realismo sí, pero sin exclusión de cuanto es fundamental para la vida cristiana. Dios no puede ser nunca algo que estorba, sino quien más ayuda.
La acción pastoral con los jóvenes requerirá no poca valentía y mucha perseverancia. El ambiente que rodea la vida de los jóvenes no es siempre el más adecuado para hablar de Dios y dar testimonio cristiano aceptando el compromiso que la fe supone. La evangelización nunca ha sido tarea fácil. Ya lo dijo el Señor: se reirán de vosotros, hasta os odiarán por mi nombre. Pero el triunfo es de aquel que persevera (Cf. Mt 10, 22).
Se necesita constancia, pues el vientecillo de un consumismo pastoral también se nos ha introducido entre nosotros. Hacemos análisis y planes, proyectos que empezamos y no se mantienen hasta conseguir los objetivos. La falta de continuidad es la carcoma de la pastoral de juventud. Se necesita de ese gran apoyo que es la constancia, la fidelidad al proyecto evangelizador.
Identidad cristiana
El joven prefiere que se le hable del presente. Esta es su vida. El futuro le suena a cantilena de mayores y hasta de amenaza. El presente es su mundo. Estar aquí y ahora.
Este puede ser un buen apoyo, el de lo presente y actual, para "meter" al joven en su propia identidad cristiana, en su personalidad de creyente, en su condición de "militante" del evangelio.
En dos dimensiones a tener en cuenta: la interioridad y la trascendencia. El joven quiere ser él mismo. No quiere imposiciones. Así que habrá que ayudarle a que no hipoteque su libertad con imposiciones externas, falsos señuelos de una felicidad sin moral y una vida sin principios religiosos.
Para conducir al joven a esa interioridad sincera, lejos de evasiones y subjetivismos, para encontrarse sinceramente con Dios, no se conoce mejor camino que el de la oración.
La otra dimensión es la de la trascendencia. De lo más íntimo a lo que tiene los horizontes más amplios y elevados y, al mismo tiempo, los más influyentes en la vida y actividad del hombre. Al encontrarse consigo mismo, el joven descubrirá a Dios. Y a Dios con Jesucristo. Y a Cristo con la Iglesia. Y a la Iglesia como servidora de Dios en el mundo.
Vida consagrada y pastoral de juventud
Como es sabido, la pastoral es el conjunto de acciones que se emprenden para que el evangelio pueda llegar mejor y transformar la vida de las personas, de las comunidades, del mundo.
En nuestra Iglesia diocesana, y dentro de una acción de conjunto, estimo que la vida consagrada, en sus diferentes formas, tiene que llevar a cabo, con los jóvenes, una pastoral ejemplarizante, diferenciada, en alegría y esperanza, seriamente comprometida, eclesial, de acompañamiento, perseverante y juvenil.
Diferenciada. Es habitual que hablemos de los jóvenes y de la juventud como si de algo uniforme y definido se tratara. Que se tenga la misma edad no presupone que las ideas sean iguales para todos, que el grado de religiosidad sea el mismo, que el grado de aceptación o de rechazo del mensaje de Jesús sea igual en todos los jóvenes.
Será necesaria una pastoral diferenciada, dando a cada uno lo que necesita, respondiendo a sus propias preguntas.
Ejemplarizante. El modelo a imitar y seguir es siempre Jesucristo. Pero joven lo puede ver un tanto lejos y muy elevado. Un consagrado, una consagrada es un referente inmediato, concreto, preciso. (Me gustaría ser como esta persona!, dice un joven. La pastoral "de contagio" ha dado en ocasiones muy buenos resultados.
La persona consagrada tendrá que ayudar a ver, en la ejemplaridad, a Aquel que justifica la forma de vida y el testimonio evangélico. "La sociedad tiene necesidad de vuestro testimonio: en un mundo que muchas veces busca ante todo el bienestar, la riqueza y el placer como objetivo de la vida, y que salta a la libertad en lugar de la verdad sobre el hombre creado por Dios, vosotros sois testigos de que hay una manera diferente de vivir con sentido; recordad a vuestros hermanos y hermanas que el Reino de Dios ya ha llegado; que la justicia la verdad son posibles si nos abrimos a la presencia amorosa de Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro hermano y Señor, del Espíritu Sagrado nuestro Consolador" (Benedicto XVI a la V Conferencia del CELAM, 13-5-07).
Con alegría y esperanza. Uno de las características que suele atribuirse a la juventud actual es la de querer gozar de lo inmediato y con la mayor intensidad posible.
La alegría cristiana va unida a la esperanza, pero no como espera de un tiempo lejano y feliz, sino como la presencia actual, inmediata y viva de Dios Padre que garantiza, con su bondad, la alegría de sus hijos. "Los cristianos, dice Benedicto XVI, reconocen que la sociedad actual no es su ideal; ellos pertenecen a una sociedad nueva, hacia la cual están en camino y que es anticipada en su peregrinación" (Spe salvi 4).
Una de las actitudes de los consagrados y consagradas que más suele llamar la atención a los jóvenes, es que son unas personas alegres. Habrá que dar por tanto ante los jóvenes la razón de esa esperanza que es la causa de tanta y tan sincera alegría: (El Señor ha estado grande con nosotros!
"Con generosidad y también con heroísmo tenéis que seguir trabajando para que en la sociedad reine la amor, la justicia, la bondad, el servicio y la solidaridad, según el carisma de vuestros fundadores. Abrazar con profunda alegría vuestra consagración, que es medio de santificación para vosotros y la redención para vuestros hermanos" (Benedicto XVI a la V Conferencia del CELAM, 13-5-07).
Comprometida y responsable. Cualquier tipo de evasionismo, de huida intimista o a un compromiso meramente social, sin implicaciones religiosas y morales, está llamado a ser entretenimiento de pocos días. Hay que aceptar responsablemente con las consecuencias de la propia fe, que lleva a mirar al mundo, a la sociedad y a las personas de otra manera: con los ojos el corazón de Cristo, liberador de los pobres y de los oprimidos.
No se trata de reclutar agentes sociales, sino de verdaderos discípulos de Jesucristo, con el mandamiento nuevo del Señor como consigna y con el código de las bienaventuranzas como estilo de vida.
Eclesial. La suspicacia y hasta el rechazo frontal de cuanto puede oler a institución y a jerarquía es pan de cada día entre los jóvenes. )Desconocimiento? )Prejuicios? Lo cierto es que la imagen de la Iglesia está, cuando menos, un tanto distorsionada.
Esta pastoral eclesial que deseamos ha de estar muy centrada en la participación. Dar lugar a los jóvenes en la misma vida consagrada, en sus actividades, su espiritualidad, su carisma, en su vida fraterna... Que se sientan partícipes, no solo de una actividad. sino de una forma de vivir.
Acompañada. La relación personal es insustituible. Los consagrados y consagradas están especialmente indicados para hacer ese acompañamiento espiritual y pastoral que necesitan los jóvenes. La dedicación por completo a Dios les hace particularmente creíbles y les confiere una gran autoridad religiosa y moral, lo que suscita la confianza de los jóvenes.
Aunque sea necesaria la dirección del grupo, de la asociación, nunca se puede olvidar ese camino personal e intransferible que el Señor quiere para cada uno.
Perseverante. Suelen quejarse, los educadores y animadores de los jóvenes, de la poca consistencia y arraigo de aquello que llega a los jóvenes. Se olvida que la juventud es tiempo para sembrar. El joven no va a ser eternamente joven. Lo importante es que sea siempre cristiano.
Juvenil. Una pastoral de juventud no sólo tiene que contar con los jóvenes, sino hacerles protagonistas de su misma evangelización. Y con actitud verdaderamente juvenil: dinámica, alegre, esperanzada, asumiendo los riesgos necesarios, confiada... Llena de Dios.
Proyectos y actividades
Teniendo siempre delante la idea de la participación, desde los institutos de vida consagrada se pueden, y deben, promover aquellas actividades que más van a ayudar a los jóvenes a sentirse a gusto y a ir madurando su fe y su vida en la Iglesia.
Se puede pensar en celebraciones de la Eucaristía especialmente participadas por jóvenes. Los grupos de oración, de formación bíblica y litúrgica. Participación en el voluntariado social y en las campañas de Caritas, Manos Unidas, Domund... Formación para ser catequistas. Presencia en foros de opinión, actividades artísticas y culturales. Integración en asociaciones y movimientos apostólicos...
Es importante la colaboración intercongregacional y el apoyo recíproco para una buena pastoral de conjunto. Así mismo, es imprescindible una permanente comunicación con la Delegación diocesana de pastoral de la juventud.
La vida consagrada tiene siempre a su lado la fuente inagotable del amor a Jesucristo. Aquí se encuentra la razón de la misma existencia y de cualquiera de las formas de apostolado. Si la vida consagrada se muestra fascinada por Jesucristo, no busque mejor camino para una pastoral juvenil que el de entusiasmar a todos con el fiel seguimiento de Cristo.
Con mi gratitud y bendición.
+ Carlos Amigo Vallejo
Cardenal Arzobispo de Sevilla"
P. Roberto Mena, S.T.
jrmenazel@hotmail.com