MARÍA, MADRE DE DIOS Y REINA DE LA PAZ
Queridos hermanos:
Todos estos días se han cruzado por el correo millones de saludos y deseos de felicidad. Ha habido fiestas y regalos, mensajes de internet que repiten con sonidos y colores: "¡Feliz Navidad! ¡Próspero año nuevo! Terminó un año. Al comenzar uno nuevo yo les digo: ¡Que este año María, la Madre de Dios, nos conceda a todos el regalo de la paz!
1.- Hoy festejamos a María como Madre de Dios. Han pasado ocho días desde el nacimiento de su hijo en Belén. Ella le dio su cuerpo, su sangre, su leche, su fisonomía, su tono de voz, el color de su raza. Ser madre quiere decir dar la vida, pero también quiere decir: enseñar a vivir. ¡Con cuánta humildad y con cuanto amor lo educó y lo hizo crecer a su lado! Por eso San Lucas, emocionado escribe: "María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón". María vivió intensamente su maternidad. Sabe que Jesús es su hijo, pero que no le pertenece. Todas las madres del mundo pueden ver en la Santísima Virgen el modelo de mujer y la poderosa intercesora para que Jesús les conceda todo lo que pidan para sus propios hijos.
2.- Hoy es también el primer día del nuevo año. La primera palabra que deberíamos decir es: ¡Gracias! Gracias a Dios por los 365 días que nos ha regalado, estando siempre junto a nosotros. Gracias a tantos hermanos y hermanas que durante todo el año nos han hecho el bien. Para los cristianos el saludo de ¡Feliz año nuevo! Se convierte en una invocación y una profesión de fe. Es una verdadera bendición divina que nos protege y alegra. Así se saludaba familiarmente: "Que el Señor te bendiga y te proteja, que te sea favorable. Que Él vuelva su rostro hacia ti y te conceda la paz".
3.- Hoy celebramos la jornada de la paz. Muchos dicen que la paz se construye olvidando y perdonando, pero esto es verdad sólo en parte. La paz se construye queriendo bien a todos y haciendo el bien. Quizá no podamos hacer muchas cosas por la paz ajena, por la paz lejana, por aquellas naciones que están en guerra, que sufren y mueren; pero podemos hacer mucho por la paz cercana, en el pequeño ambiente en el que vivimos: Nuestra familia, nuestro lugar de trabajo, nuestra escuela, nuestra comunidad parroquial. La paz la construimos haciendo el bien silenciosamente, en forma continua e incansable, con la ayuda de Dios.
Solamente Jesús, el príncipe de la paz, puede darnos la paz. La Navidad continúa porque la llevamos en el corazón. Ese Niño que nació en Belén cambió el mundo hace dos mil años; y su Madre, nuestra madre, es la Reina de la Paz. Aunque un hijo pudiera alguna vez olvidarse de su madre, una madre no se olvida nunca de sus hijos. Al empezar el año, caminemos de su mano y hagámonos con ella constructores de la paz. Así sea.
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.