Una historia de Navidad

Hoy deseo contarles una historia, en la década de los 60’, había cuatro hermanos, una hermana mayor, un hermano mayor, una hermana menos mayor y el más pequeño; todos los años se repetía la misma historia, cada fin de noviembre se daban cita en el patio de su pequeña casa para escribir sus listas de solicitud de regalos para la próxima navidad, siempre peleaban por que todos decían que cada uno de ellos había sido el mejor portado y le recriminaban a los demás su mal comportamiento, pero después de gran disputa, todos terminaban como buenos hermanos felices escribiendo sus cartas a Santo Close, el más pequeño como no iba todavía a la escuela terminaba siempre llorando por que nadie le quería escribir su carta y creía que se terminarían los regalos y a él ya no le traería nada Santo Close.
Cuando alguno de los hermanos mayores terminaba su carta le comenzaba a redactar la suya al más pequeño, por fin cuando todos tenían su carta las llevaban al ropero y las ponían en el lugar de siempre, en el estante más alto junto a un tubo de hojalata que tenía el papá con los papeles más importantes. Comenzaba la emoción, todos esperaban al siguiente día para mirar si ya Santo Close se había llevado las cartas, el padre alguna vez les había dicho que las pusieran allí y que como Santa sabía todo él sabría donde buscar.
La mañana siguiente llegaba, y corrían a ver si las cartas todavía estaban en el mismo lugar y, ¡oh sorpresa! Las cartas ya no estaban, seguro Santa llegó por la noche y se hizo pequeñito y entro por alguna rendija y se llevó las cartitas; ahora a esperar a que llegara diciembre, había que esforzarse por ser obedientes o Santa no traería los regalos ya que los niños malos no recibían nada.
Durante esos días todos se esforzaban en ser mejores, pero siempre había una que otra travesura que les hacía dudar si se harían acreedores a que no les llevaran los regalos, los días se hacían largos pero siempre habían emociones, cuando faltaban varios días el padre llegaba de trabajar montado en su bicicleta y uno de tantos días llevaba el pino para adornar en la casa, el más pequeño lo veía como el más grande y hermoso árbol del mundo, el olor que despedía era como para soñar, el papa de los niños bajaba de la parte alta del ropero una caja muy bien guardada durante el año, y todos, mamá, papá y los niños iban sacando poco a poco, las lucecitas para el árbol, las bombitas y los cordones de bricho para adornar, por último, el padre colocaba en la punta del árbol la estrella de David, el papá les contaba a sus hijos que era la estrella que había guiado la los Reyes Magos hasta el Niño Dios.
Al encender las luces era algarabía total, que emocionante ver caritas de Santa, casitas con nieve y pequeños chilitos encendidos, con el correr de los días se hacía en Nacimiento, el olor del aserrín era magnifico, poco a poco el ambiente se hacía más navideño, en los días siguientes el padre llevaba hojas de pacaya, gusano de pino, manzanilla y las colocaba en paredes y en el cielo falso de el pequeño cuarto, también habían globos, se regaban hojas de pino por todos los ambientes y lo mejor, se estaba ya a la espera que el 24 por la tarde y casi entrando la noche llegara Santa Close con los regalos, todos tenían estreno, ropa y zapatos nuevos, el padre y la madre habían hecho ahorro todo el año para dar felicidad a sus hijos esa noche.
La hora llegó el padre le decía a los niños que salieran al patio o Santo Close, no llegaría a dejar los regalos bajo el árbol, expectantes todos salían al patio y tras ellos se cerraba la puerta, risitas de nervios se escuchaban, ¡de pronto!, se escuchaba, JO,JO, JO,JO, ¿Cómo están los muchachitos?, bien Santo Close, ¡Cómo se han portado este año?, si se portaron bien Santo Close, decía el papá de los niños, bueno como se portaron bien les dejo sus regalos.
Mientras esto sucedía en la pequeña habitación y el padre de los niños atendía a Santo Close, los hermanitos reían de emoción, había cierto deseo de espiar por algún resquicio de la puerta de madera pero, mejor no, no fuera a ser que se dieran cuenta y se perdieran los regalos por no ser obedientes.
Luego, JO,JO,JO, adiós hasta el otro año, se escuchaba la voz de Santa, adiós Santo Close, respondía el papá.
A los pocos minutos se abría la puerta y el árbol ahora tenía a sus pies regalos para todos.

Hoy esos años han quedado en el recuerdo, pero siendo adultos los niños de ayer se dieron cuenta del sacrificio que hacían sus padres al proveerles de estrenos y juguetes, que aunque eran muy humildes siempre se cumplieron sus pedidos en sus listas de juguetes, el padre de los niños ya falleció, pero fue proveedor, y un artista al hacer el papel de de Santa Close, dio alegría a sus hijos y luchó por llevarles lo mejor que pudo cada navidad, esas fueron las mejores.

Gracias papá, nos diste mucha alegría, hoy tan solo estás en los recuerdos y te echo de menos, pero son siempre lindos como las navidades que nos diste. Gracias papá.