Dónde está Dios?
Tony de Mello nos cuenta la historia de un pececito que andaba buscando desesperadamente el océano. Lo buscaba y lo buscaba por todas partes pero no lo encontraba. Incluso empezó a dudar de su existencia pues había oído que muchos peces sabios decían que no existía, que era tan sólo un invento de los peces anteriores mucho más ignorantes que ellos.
Un día, se encontró con un pez muy viejo y venerable y le dijo:
-Sin duda que usted podrá ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar el
océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado.
-El océano -respondió el viejo- es todo esto: donde nadas, buscas, vives. Fuera del océáno estarías muerto.
-¿Pero qué locuras me dice usted? Si esto es sólo agua -y el pececito se alejó decepcionado, pensando que los muchos años habían vuelto imbécil al pez viejo.
Buscamos a Dios o incluso negamos su existencia sin caer en la cuenta de que en Él estamos, vivimos y nos movemos. Nos pasa como a los judíos en tiempos de Jesús: tenían al mesías con ellos pero no supieron reconocerlo.
Creo que es también de Tony de Mello la historia de aquel maestro Zen que se sentó frente a sus discípulos a darles una charla sobre Dios. Apenas había empezado a hablar, cuando un pájaro comenzó a cantar. El maestro quedó en silencio, escuchando el canto. Cuando concluyó el canto, les dijo a sus discípulos:
-Después de todo lo que dijo el pájaro, no me queda a mí nada que decir -se levantó y se fue.
Todo en el mundo es revelación de Dios. Todo vocea su presencia y nosotros nos empeñamos en dudarla. En cada sonido está el eco de su voz, en cada color un destello de su mirada. Todo es revelación, todo habla, si sabemos escuchar.
Dices que no encuentras a Dios, ¿pero acaso lo buscas donde se encuentra? No lo busques, porque le aburren mucho, en los discursos filosóficos que tratan de probar su existencia, ni en las agudas disertaciones teológicas, ni en los cultos pomposos de los templos o en esos rezos monótonos y rutinarios. Mira a tu alrededor y lo verás jugando con tus hijos, y si vuelves tus ojos al espacio, lo verás caminando en la nube, desplegando sus brazos en el rayo y descendiendo mansamente con la lluvia. Lo podrás ver sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles. Lo verás en la canción del agua, en la súplica del mendigo, en la fatiga del obrero.
Pedimos milagros y no somos capaces de apreciar el milagro imperecedero de la existencia y la revelación del misterio en una noche estrellada, un amanecer luminoso, una sonrisa, un rayo de luz, los sorprendentes destellos de una mente inteligente...El máximo escritor alemán de todos los tiempos, Johann Wolfgang von Goethe, autor de la monumental obra "El Fausto", admiraba tanto a Mozart que consideraba su ingenio una excelente prueba de la existencia de Dios. "Dios se manifiesta -decía- en los milagros que se producen en algunos hombres que nos asombran y desconciertan". Muchos aprecian el cuadro maravilloso de cada amanecer, pero niegan o no reconocen la existencia del pintor.
"Hermano almendro, ¡háblame de Dios!". Y el almendro se cubrió de flores...
(Nikos Kazantzaki).
Recordemos también los versos de Tagore: "¿No has oído sus pasos callados? Él viene, viene..., siempre viene".
Dios Padre nos entrega todo como don gratuito, para que disfrutemos como hermanos. Desgraciadamente, algunos olvidan esto y se apropian de los bienes que pertenecen a todos.
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.