TIRANDO DE LA CARGA
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
La mitología griega cuenta la historia de Sísifo, rey de Corinto, quien fue condenado por los dioses al Hades y al castigo eterno. Incesantemente, Sísifo debía empujar cuesta arriba una enorme roca, que al llegar a la cima de la colina, se despeñaba de nuevo hasta el suelo. El esfuerzo de llevar la roca hasta la cima sólo servía para verla caer de nuevo, una y otra vez hasta la eternidad.
Vivir es un arte y una tarea de cada día. La realidad, la dura y difícil realidad, nos impide, a veces, gozar de la vida, soñar y esperar. Las cosas son como son y no como quisiéramos que fueran, pero no se acepta la realidad. Entonces la vida resulta una gran carga.
¿Cómo va la vida?, preguntamos. “Se va tirando”, “entre dos”, dice la gente. La vida es lucha y a veces es pelea contra viento y marea, cuesta arriba. Compramos seguros de vida y ésta siempre nos queda a la intemperie.
Hay personas que tienen como máxima el disfrutar de la vida y hacerla lo más placentera. Huyen de todo lo que supone riesgo y sacrificio.
Las hay que no se resignan a perder y luchan por seguir adelante, no se dan por vencidas. Tienen esperanzas de que todos los momentos malos pasarán y algún día podrán ver la luz de nuevo.
Otras, sin embargo, permanecen pasivas.
Ven cómo cae la roca y no pueden o no quieren hacer nada. Y el problema no es la carga misma, sino el peso de los pensamientos negativos, ver que la carga sigue... Hace tiempo abandonaron la esperanza, pues que se agotaron todas las posibilidades y no queda más que hacer. No aceptan la cruz o la carga de cada día. Se acuestan a dormir, a rumiar las pesadillas, a lamentarse de la vida y del rumbo que toman los acontecimientos. Y como hay que buscar un chivo expiatorio, enseguida lo encuentran: los otros. Los otros son los causantes de todas nuestras desgracias y enseguida se desata la ira y nacen deseos de venganza.
Sabemos que en el fondo de cada ser humano late el deseo de empezar de nuevo, el de llegar un día a la meta, el de no desfallecer, el de amar, inclusive a los enemigos, pues “el amor perfecto consiste en amar al causante de nuestra infelicidad” (Soren Hierkegaard).
Es necesario, pues, cambiar nuestra mente para poder desear la paz, la serenidad, la fuerza para mantenerse en la lucha por tener una vida plena