NO ENGAÑARSE NI ENGAÑAR
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Preguntada una bella muchacha por qué mantenía sobre su mesa de trabajo la foto de un esqueleto, la cual era para ella tan valiosa que la llevaba consigo en la cartera en sus viajes. La joven respondió así:
-Cuando me asaltan tentaciones de coqueta presunción me sirve de excelente freno mirarlo y pensar que algún día, no lejano, una foto similar se podrá hacer con lo que quede de mi cuerpo (Juan Guerra Cáceres).
Es fácil engañarse. La oración es para entender las grandes verdades, decía santa Teresa. Sencillez, humildad, decía la misma santa, es andar en verdad. Cristo es la verdad y quien lo encuentra y lo sigue, se salvará. Dijo una vez Rabí Elimélej: “Estoy seguro de que seré admitido en el mundo venidero. Cuando esté frente al tribunal de justicia y me pregunten: ¿Estudiaste todo lo que hubieses debido?, contestaré: no. Entonces me preguntaran ¿Oraste todo lo que pudiste? Y de nuevo mi respuesta será: no. Y me harán una tercera pregunta: ¿Hiciste todo el bien que pudiste? Y también esta vez responderé lo mismo. Entonces pronunciarán el veredicto: dijiste la verdad. Por amor a la verdad, mereces ser admitido en el mundo venidero.’ ”
La otra cara de la verdad es la mentira, que causa grandes estragos en quien la practica y recibe. Del pedernal y del hierro nace el fuego; de la palabrería y de la burla la mentira. “Mentir, decía Juan Clímaco, es destruir la caridad. El perjurio es la negación de Dios. He visto hombres que se jactan de su habilidad de decir mentiras y hasta incrementan su maldad confirmándolas con juramentos. La hipocresía es madre de la mentira y frecuentemente causa de ella.
Cualquier hombre sensato no tiene por insignificante el pecado de la mentira. El Espíritu Santo condenó sobre todo la mentira cuando dijo por boca de David: “Destruirás a los que hablan mentira” (Sal 5,6). Eso se cumplirá siempre con los que juran en falso.
El que teme a Dios ha renunciado a la mentira, pues tiene dentro de sí la conciencia. El niño pequeño no miente, ni tampoco un alma exenta de malicia. Un hombre animado por el vino dice de forma involuntaria la verdad, de igual modo, el embriagado por el arrepentimiento no sabe mentir”.
La mentira es una ofensa directa a la verdad, a los otros y como tal hay que repararla. “La mentira es la ofensa más directa a la verdad. Mentir es hablar o actuar contra la verdad para inducir a error al que tiene derecho a conocerla. Al herir la relación de todo hombre con la verdad y también al prójimo, la mentira ofende la relación fundante del hombre y de su palabra con el Señor” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2483).
Quien entra en los caminos de los hombres buenos, practica la sinceridad. ¿Puede ser humilde el mentiroso, el que piensa una cosa y dice otra? Lo que va contra la humildad radicalmente es instalarse en la mentira, vivir en estado de mentira.