Ser un Gran Hombre
Un día, mi hermana lloraba en su habitación. Con mucha nostalgia, observé que mi padre se le acercó y le preguntó el motivo de su tristeza. Los escuché hablando por horas, pero hubo una frase tan especial que dijo mi padre esa tarde, que hasta el día de hoy, la recuerdo cada mañana y me llena de fuerza.
Mi padre acariciándole el rostro, le dijo:
-Hija mía, enamórate de un Gran Hombre y no volverás a llorar...
¡Me pregunté tantas veces, cuál era la fórmula exacta para llegar a ser ese Gran Hombre y no dejarme vencer por las pequeñeces...!
Conforme pasaron los años, aprendí que si tan sólo todos los hombres lucháramos por ser grandes de espíritu, grandes de alma y grandes de corazón, el mundo sería completamente distinto. Aprendí que un Gran Hombre no es aquel que compra todo lo que desea, pues somos muchos los que hemos comprado hasta el cariño y el respeto de quienes nos rodean.
Mi padre le decía:
-No busques a un hombre que sólo hable de sí mismo, sin preocuparse por ti. Ni a aquel que se pase las horas halagando sus propios logros. No te aferres a un hombre que te critique y te diga lo mal que te ves, o lo mucho que deberías cambiar. ¿Para qué quieres a un hombre que te abandonará por un cabello más claro, por unos ojos de otro color, o por un cuerpo más esbelto, si no supo admirar la verdadera belleza que hay en ti?
¿Cuántas veces me dejé llevar por la superficialidad de las cosas, haciendo a un lado a quienes realmente me entregaban su sinceridad e integridad? Me costó trabajo comprender que un Gran Hombre no es el que llega más alto, ni el que tiene más dinero, ni quien vive rodeado de mujeres, ni mucho menos el más guapo. Un verdadero y Gran Hombre es aquel ser humano lleno de transparencia, que no oculta sus verdaderos sentimientos, ni se refugia en vicios y cortinas de humo, es el que abre su corazón sin rechazar la realidad, es quien admira a una mujer por sus cimientos morales y grandeza interior. Un Gran Hombre, es que el camina de frente, sin bajar la mirada, es aquel que no miente y sabe llorar su dolor.
Hoy mi hermana está felizmente casada, y ese Gran Hombre con quien se casó, no era ni el más popular, ni el más perseguido, ni el más solicitado, ni mucho menos el más adinerado. Ese Gran Hombre es quien simplemente nunca la hizo llorar, es quien la hace sonreír por lo mucho que han logrado juntos, por todos sus recuerdos, por cada alegría que comparten y por esos tres hijos que llenan sus vidas.
Ese Gran Hombre, ama tanto a mi hermana, que no se cansa de besar sus manos y mucho menos sus labios. La quiere por quien ella es y por lo que son cuando están juntos... ¡Aprendamos a ser uno de esos grandes hombres, para que vivamos el paso de los años de la mano de una Gran Mujer y nada ni nadie nos pueda vencer!
"Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser. Honra al Señor con tus riquezas y con los primeros frutos de tus cosechas. Así tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo. Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. Dichoso el que halla sabiduría, el que adquiere inteligencia. Porque ella es de más provecho que la plata y rinde más ganancias que el oro". (Proverbios, 3, 1-14).
En la Santísima Trinidad:
Padre Roberto Mena, S.T.