LA FE DA VIDA
Fr.Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Un señor le dijo a Jorge la Pira, Gobernador de Florencia:
- Maestro, yo soy ateo.
- Amigo, -le preguntó el Gobernador-, ¿duerme usted de noche?
- Duermo muy sabrosamente.
- Entonces usted no es un verdadero ateo.
La fe es necesaria para salvarse (Mc 16,16), sin la fe es imposible agradar a Dios (Hb 11,6). Quien persevera en la fe, obtendrá la vida eterna (Mt 10,22). Nadie está obligado a creer, es un acto libre. Dios llama a servir, no coacciona a nadie.
Las dificultades ponen a prueba nuestra fe y esperanza. La fe nos da nuevos ojos, para ver “con los ojos de la fe” a Jesús como lo vieron los discípulos. Por la fe creemos al Creador como Moisés y María. Y creerle a Dios, no sólo en las cosas espirituales, sino cuando nos dice que hay que compartir con los necesitados. Guiarse por la fe es confiar en Dios, creer en lo que dice y hace. Fe “es estar cierto de lo que no podemos ver” (H 11,1). La fe compromete nuestra vida con lo que creemos. No sirve una fe muerta, sino viva (St 2,14-26), por las obras y no por la fe se justifica la persona (St 2,24). Para que sea viva necesita alimentarse de la palabra, de la oración y sacramentos y fortificarla en la vida. El crecimiento de la fe es un proceso, como lo es el amor y la esperanza..
- La fe es una gracia. La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él. “Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios” (DV 5). De la gracia, del Espíritu (Mt 16,17), le viene a Pedro la confesión en Jesús como Hijo de Dios. Pero en la fe interviene nuestra voluntad: queremos creer y amar aquello que creemos.
El cardenal Newman describe su estado de espíritu tras su conversión a la Iglesia de Roma: “Mi vida, mis costumbres, no cambiaron nada... Tan sólo adquirí una plenitud de certeza religiosa de la que no he vuelto a tener ninguna duda...” La fe es un don, no se gana a puños. “Para profesar esa fe son necesarios la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da a todos la suavidad en aceptar y creer la verdad” (DV 5). Jesús mandará a sus discípulos a dar testimonio de su fe, a anunciar lo que habían visto, oído y vivido (1Jn 1,1-4).
Y la fe tiene que estar encarnada en el aquí, en nuestra historia. “Esta fe nos impulsa a discernir las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos, a dar testimonio, a anunciar y a promover los valores evangélicos de la comunión y participación, a denunciar todo lo que en nuestra sociedad va contra la filiación que tiene su origen en Dios Padre y de la fraternidad en Cristo Jesús” (P 15).
Es una pena ver como en pueblos cristianos se da una gran incoherencia. “La falta de coherencia entre la fe que se profesa y la vida cotidiana es una de las varias causas que generan pobreza en nuestros países, porque los cristianos no han sabido encontrar en la fe la fuerza necesaria para penetrar los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social, económica y política de nuestros pueblos.” (P 437)