MariCruz Admin
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| Tema: Jesús, fuente de vida Jue Ago 16, 2007 1:35 am | |
| JESÚS, FUENTE DE VIDA
Fr. Eusebio Gómez Navarro O.C.D
Paseaba un maestro de escuela por la orilla de un río y vio venir flotando unos corchos, al mismo tiempo que se oían voces un poco más lejos, como de alguien que se ahogaba y pedía auxilio. El maestro tomó los corchos y fue al sitio donde se oían los gritos, donde estaba, efectivamente, uno de sus discípulos, próximo a perecer ahogado.
-¿Qué te ocurre?- le preguntó. -Que creí que sabía ya nadar y tiré los corchos; pero si usted no me ayuda, me ahogaré.
El maestro le arrojó con tino los corchos y le dijo:
-Vuelve a tomar lecciones del que te enseñaba, y no despidas otra vez a los profesores hasta estar bien seguro de tu ciencia (Esopo).
Jesús vino a salvar, a dar la buena nueva a los pobres, a dar la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos (Lc 4,18-19). Jesús es fuente de vida y es por su naturaleza el sanador, porque es la encarnación de la salvación de Dios. Si se puede describir a Yavé como “salud o salvación de mi rostro y mi Dios” (Sal 42,5). En Jesús “la bondad de Dios, nuestro salvador, y su amor por los hombres” (Tt 3,4) se manifestaron a todos.
Al atardecer, le presentaron muchos endemoniados, y arrojó a los espíritus con su palabra, y curó a todos los que se hallaban mal; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías: “El tomó nuestras flaquezas, y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,16-17). Un día se le acercó un leproso con esta súplica: “Señor… si tú quieres, puedes curarme” parecía insinuar la posibilidad de que no lo quisiera curar, Jesús le contestó con una sombra de impaciencia: “lo quiero: queda limpio” (Lc 5,12-13).
En muchas ocasiones Jesús revela a los individuos que para ellos la fe es fuente de curación. A la hemorroísa le dice: “Hija, tu fe te ha salvado: vete en paz y queda curada de tu enfermedad” (Mc 5,34), y a un leproso que él curó: “Levántate, anda; tu fe te ha salvado” (Lc 17,19).
En un caso descrito por Juan (5,1-, Jesús se encontró en la piscina de Betesda con un enfermo que desde hacía mucho tiempo esperaba la curación. La pregunta que Jesús le hizo puede parecer muy rara: “¿Quieres ser curado?”, pero tal vez ella revela cómo Jesús comprendió que ese hombre todavía no se había puesto frente a sí mismo, de manera vital, para preguntarse hasta qué punto deseaba realmente ser curado.
A la mujer del pozo (Jn 4,5-42) Jesús le reveló el pasado llevándola así, poco a poco, a conocer la verdad. A las súplicas de Bartimeo, el mendigo ciego, el Nazareno contestó con una pregunta: “ ¿Qué quieres que te haga ?” (Mc 10,51): tal vez Bartimeo ni siquiera tenía claro en el fondo de sí mismo qué deseaba verdaderamente y su necesidad real era precisamente la de una límpida visión de lo que quería.
Jesús envió a los Doce que había escogido, les dio el poder de expulsar los espíritus inmundos y de curar enfermedades de cualquier género (Mt 10,1-.
Jesús prometió que “signos acompañaran a los que creen”, y, entre esos signos significativos, ellos “impondrán las manos a los enfermos y quedarán curados” (Mc 16,17-18).
Hasta sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra tocase a alguno de ellos.
Concurría también la multitud de las ciudades próximas a Jerusalén llevando enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos eran curados. (Hch 5,15-16). | |
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