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 Dios quiere y puede

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MensajeTema: Dios quiere y puede   Dios quiere y puede EmptyJue Jul 19, 2007 1:25 am

DIOS QUIERE Y PUEDE
Fr. Eusebio Gómez Navarro O.C.D



Se cuenta que el profesor William Hamilton, uno de los más radicales exponentes de la teología de la “muerte de Dios”, tenía pensado escribir un libro sobre “cómo quitar la palabra “Dios” del diccionario”. La misma fuente añadía que, en un colegio universitario de Sarasota, Florida, EE. UU. donde Hamilton enseñaba, un día apareció escrita una frase en una pancarta, que pudo leer el profesor, desde su despacho, y que un estudiante universitario había escrito: “Dios no ha muerto. Esta mañana he estado hablando con Él.”

Pero si Dios existe y es Padre, ¿por qué existe el mal? Ya Epicuro planteaba el problema del mal en estos términos: “Si Dios quiere evitar el mal y no puede, no es omnipotente; si Dios puede evitar el mal, pero no quiere, no es bueno; si Dios quiere y puede, ¿por qué existe el mal?
Dios no ha muerto, pero en ciertos momentos de nuestra vida parece que está escondido o ha desaparecido. Cuando la dificultad y el dolor nos visitan, surgen preguntas de todo tipo. ¿Dónde está tu Dios? ¿Dónde estaba Dios en ese día del atentado y del tormento? ¿Hasta cuando, Señor, seguirás olvidándonos?

Así se preguntan los seres humanos cuando sangra el cuerpo y el alma. ¿Dónde estaba Dios en las desgracias personales y sociales? Y nadie respondía.
Entretanto, Dios pensaba y se preguntaba: ¿Dónde estaba el corazón de esas personas que en vez de poner amor a sus hermanos ponían odio, resentimiento y sembraban la muerte en todas partes. Dios no puede querer el odio, el rencor, el hambre, la muerte. Sino el amor, la paz la unidad y la libertad de todos.

Todos los días son Viernes Santo, decía Martín Descalzo. Y es cierto, porque todos los días la muerte nos ronda y nos es familiar. Debemos, pues, poner los ojos en aquel Viernes Santo, porque por el árbol de la Cruz alcanzó la vida a todos. En el árbol donde estuvo el esqueje de la muerte amarga, se injertó luego otro de vida feliz, para que confesemos y creamos que Cristo es el Señor de toda la creación. Las llagas de su cuerpo nos dejan ver secretos escondidos de un amor inmenso.

No hay muerte sin sacrificio, sin dejar el egoísmo atrás. El hedonismo imperante quiere maquillar el dolor de Cristo y aboga por una visión “menos descarnada” de la Pasión, en la que se abrevien o eludan los padecimientos infligidos a Jesús; una Pasión incruenta e indolora. Cristo sufrió en cada vejamen y deprecio, en cada azote, en cada caída camino del Gólgota, en cada clavo hincado en su carne. Él también sintió la soledad y el abandono de Dios.

En los momentos de dolor podemos y debemos mirar al Salvador, porque “¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con seguridad, sabiendo que Él puede salvarme... Si cometo pecado, no perderé la paz... Tomo de las entrañas del Salvador lo que me falta a mí, pues sus entrañas rebosan de misericordia... El clavo se ha convertido en una llave que me ha abierto el conocimiento de la voluntad de Dios... Las heridas de su cuerpo me dejarán ver los secretos de su corazón...” (San Bernardo).

Nadie se acostumbra al dolor y a la muerte, pero sí creemos que nos puede ayudar educar a los niños y jóvenes en el valor del sacrificio y la abnegación. El monje trapense norteamericano Raymond cuenta que el general Robert E. Lee era muy querido por toda la población del Sur. Un día al final de un acto ante una gran multitud, una madre se abrió pasó entre el gentío con un niñito en los brazos. Logró llegar hasta Robert E. Lee y, alargándole su hijo, exclamó:

-¡Cójalo, por favor! Cuando sea mayor quiero decirle que estuvo una vez en brazos de Robert E. Lee, lo que le servirá para hacer de él un hombre. Robert E. Lee tomó al niño, lo tuvo unos momentos mirándole y se lo devolvió a la madre con estas palabras: Señora, si quiere hacer de él un verdadero hombre, enséñele a ser abnegado, a sacrificarse.
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